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Entrevista:

"El 'caso Pinochet' es el asunto que más me ha quitado el sueño"

Abel Matutes, traje cruzado gris con tenues cuadros de raya negra, parece, como Sísifo, condenado a llevar sobre sus espaldas la gran roca del caso Pinochet. Esta semana, a pocos días del juicio de extradición del ex dictador en Londres, previsto para el próximo 27 de septiembre, Matutes contestó que España no ve posible un arbitraje para resolver el asunto al margen de los tribunales españoles. Matutes habló con EL PAÍS en su despacho sobre esta "guerra".Pregunta. El canciller Valdés se ha puesto las botas. ¿Hubo un acuerdo para impedir la extradición de Pinochet a España?

Respuesta. No puedo ocultar mi sorpresa al haber leído alguna de las cosas que dice el canciller Valdés. Nunca hubo ningún pacto. Creo, en todo caso, que el canciller se ha contestado a sí mismo al decir que en Chile hay 40 procedimientos judiciales contra Pinochet en los que el Gobierno de Chile no tiene nada que hacer. Pues lo que yo digo es que a nosotros nos pasa lo mismo.

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P. El Gobierno chileno ha llamado al embajador en Madrid "para informar", en Nueva York. ¿Cree que a esta medida seguirá un agravamiento de las relaciones?

R. No quiero calificar las medidas ni entrar en polémicas. Nosotros estamos preparando la reunión que el próximo miércoles 22 mantendré en Nueva York con el canciller Valdés y esperamos que remita la tensión. Vamos a hacer todo lo que podamos.

P. La afirmación de que todos los pasos de Chile han estado instigados por el Ministerio de Asuntos Exteriores español y que se les había prometido el arbitraje como salida, ¿es una invención infantil?

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R. Veamos la secuencia de los hechos. La primera vez que se me plantea por parte chilena la fórmula del arbitraje en abril, yo les digo que lo estudiaremos, solicito los informes pertinentes, que son contrarios, y en junio cuando nos vemos en Río de Janeiro, lo plantean verbalmente, pero con carácter formal. Les digo que los informes jurídicos que tenemos se oponen a esa fórmula. En una rueda de prensa yo digo que el arbitraje no puede ser la vía de solución. Cuando el canciller Valdés me envía su carta el 23 de julio y anuncia su deseo de proceder al arbitraje yo hago unos comentarios. Digo entonces que los argumentos son importantes, hay algún elemento nuevo, y que vamos a estudiarlo. A mí no me gusta hacer especulaciones. Quizá alguien interpretó esa reacción mía como algo que iba más allá de lo que realmente decía....

P. Pero luego llega finales de julio y la idea de consultar al Consejo de Estado.

R. Es cuando se plantea la demanda de un dictamen al Consejo de Estado a ver que opina de esos argumentos. Estamos ya en el mes de agosto, se produce una reacción que lo hace difícil políticamente en aquel momento. Yo creía que debíamos hacer ese gesto hacia Chile de llevar el asunto al Consejo de Estado simplemente para que confirmen, como yo entiendo que no podía ser de otro modo, la imposibilidad de acudir a ese arbitraje, pero tienen confianza en esa institución. Ya era finales de julio y esta decisión quería compartirla con la oposición. Se trataba de un tema de Estado y hemos intentado consensuar la política lo más posible. Quizá entonces se creyó en Chile que se podía ir más allá de donde se podía. Pero nuestra posición ha sido clara.

P. No tiene la sensación, pues, de haber intentado de buena fe alimentar expectativas que no se han cumplido?

R. Sinceramente, si tuviera alguna duda lo confesaría. Diría bueno, quizá, en algún momento, podía uno inferir de algunas palabras. Pero tengo la absoluta certeza, la absoluta convicción moral de que no.

P. Las gestiones de Rodolfo Martín Villa, presidente de Endesa, que fue recibido en julio dos veces por Frei y Valdés, ¿no pudieron alimentar esas expectativas?

R. Ha habido empresarios españoles, con intereses y contactos en Chile, a los que yo he trasladado nuestra posición, para que la conocieran y la hicieran llegar también a sus interlocutores en Chile. Siempre dejé claro que no veía posible el arbitraje. Lo que sí consideré fue pedir un dictamen al Consejo de Estado, siempre que esa decisión no fuera polémica. Ése fue mi único compromiso.

P. Tras haber planteado en Río la dificultad de un arbitraje, usted, en un artículo de prensa, señala que el Gobierno español sigue dispuesto a estudiar las propuestas chilenas...

R. Mis declaraciones en la cumbre de Río de Janeiro contra la posibilidad del arbitraje, no cayeron bien. Claro, quizá se nos puede acusar en cierto momento de excesiva claridad, incluso de brusquedad, o se nos puede acusar de lo contrario. Pero no de ambas cosas. Lo cierto es que habiendo provocado un cierto malestar en Río, entendí que un artículo largo permitía aclarar cosas.

P. Allí usted dice que el caso Pinochet, o la persecución de crímenes contra la humanidad, es la actuación de un juez conforme al derecho internacional.

R. En aquel momento, lo que hay es la distinción respecto de una acusación al Gobierno español, desacertada. Desde Chile se nos ha dicho: España afirma en la Cumbre Iberoamericana su oposición a la extraterritorialidad de la ley Helms-Burton [sanciones para quien comercie con Cuba] y luego hace que sus propias leyes se apliquen extraterritorialmente. Y lo que yo quiero decir es que son dos temas diferentes. En el caso de la Helms-Burton es la ley de un país que pretende imponer conductas a empresas de terceros países que invierten en otros países mientras que, en el caso en cuestión, se trata de la actuación de un juez español.

P. Su afirmación sobre el papel decisivo de España en la transición chilena de los años ochenta, ¿no ha sido sobredimensionada?

R. No, fue muy importante.

P. Esta presunta participación ha sido cuestionada precisamente por Valdés, calificándola de arrogante.

R. Las fuerzas políticas que negociaron esa transición pidieron hacerlo en la propia embajada de España en Chile. El embajador de entonces en Chile se oponía a ello porque era un asunto muy delicado y solicitó instrucciones a Madrid. El Gobierno de entonces [socialista] apoyó el proceso. Y por lo tanto, no es exagerado decir que el Gobierno español, patrocinó esa transición. Eso es lo que hace que la posición de España sea distinta a la de cualquier país y explica las posiciones que ha venido manteniendo Felipe González al respecto.

P. Que no son las mismas que sostiene Joaquín Almunia...

R. Por descontado que no... Me parece que ha quedado claro...ja, ja, ja. Ya ha escuchado usted en la comparecencia del Congreso [realizada el martes 24] que el portavoz de Exteriores era él, el que fijaba la posición y no Felipe González....

P. ¿Se ha sentido abandonado por Almunia en relación con este asunto? R. No, no. Porque yo a Almunia le planteé la conveniencia, como un gesto hacia Chile, de solicitar un dictamen al Consejo de Estado, en la reunión que mantuvimos el 29 de julio porque era una petición de los chilenos.

P. Este asunto de Pinochet es quizá el que le ha quitado más el sueño durante su mandato en Asuntos Exteriores...

R. No lo dude. Es el asunto que más me ha quitado el sueño, pero tengo la conciencia tranquila. He hecho lo que debía hacer, independientemente de que fuera desagradable para mí. El cumplimiento del deber no siempre resulta fácil, no siempre es placentero. Para un ministro de Exteriores decir que no a la petición de un colega de un país amigo siempre supone cierta violencia interna, pero hay que cumplir la ley. Sí, éste ha sido el asunto que quizá me ha dado más sinsabores. Ahora haremos un esfuerzo, el miércoles 22 en Nueva York, para bajar la tensión.

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