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La Alhambra restaurará y abrirá al público la Rauda, el cementerio de los reyes nazaríes El Patronato habilitará la Calle Real Baja para el acceso de minusválidos al monumento

La Rauda de la Alhambra, el pequeño cementerio donde descansaron los restos de los reyes de la dinastía Nazarí, se abrirá al público a comienzos del año 2000. La decisión la anunció ayer el Patronato gestor del monumento, que inició hace un mes su restauración. Las obras, con un presupuesto de 19 millones de pesetas, incluyen excavaciones arqueológicas y la consolidación de los muros y el pavimento del recinto. El cementerio real se encuentra a espaldas de las entradas principales al Palacio de Carlos V y al de los Leones. Hasta ahora, la Rauda quedaba escondida al visitante entre los Jardines de El Partal: árboles de considerable altura y densos arbustos impiden su visión desde el itinerario habitual. El arquitecto del proyecto, Pedro Salmerón, aseguró que los trabajos de rehabilitación "permitirán la puesta en valor del enterramiento y la posibilidad de ser disfrutado por los visitantes". Uno de los principales objetivos de las catas arqueológicas que se están acometiendo es fechar con precisión el origen del cementerio, que se estima que data del siglo XIII. En el camposanto existen unas 65 tumbas que en su día acogieron a varios monarcas del reino Nazarí de Granada y a sus familiares. Allí descansaron, entre otros, los cuerpos de Muhammad I, fundador de la dinastía, que construyó los primeros palacios de la Alhambra en el siglo XIII; el de su hijo, Muhammad II; y los de Ismail I, Yúsuf III y Yúsuf I. Éste fue uno lo máximos promotores del esplendor arquitectónico del monumento. Hoy, sin embargo, no quedan en la Rauda restos de ninguno de ellos. Todos están enterrados en el norte de África. Tras la toma de Granada, en enero de 1492, los Reyes Católicos permitieron al último rey nazarí, Boabdil, exhumar los cuerpos. El Chico, quizá temeroso del destino que pudieran correr sus antepasados, se los llevó provisionalmente a Jaén, al castillo de Mondújar, y de allí los trasladó al otro lado del Mediterráneo. El tiempo demostró que los temores de Boabdil eran fundados. Las obras de construcción del Palacio de Carlos V, en 1574, deterioraron el cementerio, sobre el que se había edificado una vivienda. De hecho, de la Rauda hoy apenas quedan unas ruinas. "La gente que venga a visitarla no debe esperar una gran construcción. Apenas podrá ver parte de los cuatro pilares de un templete, y unas cuantas tumbas abiertas y vacías", asegura Salmerón. Aquí, como en otros lugares de la Alhambra, la imaginación del visitante será fundamental. Algunos vestigios más tangible sí pueden contemplarse en el museo del monumento: parte de varias losas de basalto caligrafiado que cubrían los enterramientos. Las sepulturas de la Rauda tienen forma trapezoidal, con la parte estrecha a los pies. Los cadáveres descansaban acostados sobre el lado derecho, con la cara mirando al sureste, en dirección a La Meca. El Patronato intervendrá también en la cercana Calle Real Baja, que habilitará como acceso para minusválidos.

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