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Aulas sobre el agua

Un grupo ecologista logra un premio de Anaya por una actividad fluvial con 4.000 niños

Jesús Ruiz Mantilla

Lejos quedan los días en los que para aprobar geografía tenías que soltar una retahíla de ríos con sus afluentes delante de un profesor ducho en las artes de los tirones de oreja. Seguro que hoy los más de 4.000 niños de la cuenca de los ríos Pas y Pisueña, en Cantabria, se saben la mar de bien no sólo sus afluentes, sino los kilómetros de recorrido, los pueblos por los que discurren, sus accidentes, los poemas a los que han dado lugar, la historia de sus parajes más significativos, sus leyendas, sus molinos y un puñado de refranes inventados a la vera de sus aguas. Pero no es lo único que habrán aprendido después de haber participado en el proyecto Nuestras vidas son los ríos, puesto en marcha por el grupo ecologista Los Castores, del colegio Calasanz, en Santander, que ha conseguido el primer premio del Certamen de Experiencias Didácticas del Grupo Anaya. "Desde ahora no se les ocurrirá tirar un papel a un río", asegura Miguel López Iturriaga, alma de la prueba y profesor del colegio Calasanz. Iturriaga ha conseguido convencer a los responsables de 22 colegios de la cuenca del Pas y el Pisueña, con 245 profesores y 4.004 alumnos, para una experiencia que, según él, "trata de concienciar a los chavales de que nosotros somos los principales contaminadores de los ríos y que está en nuestra mano no hacerlo".

En la aventura no sólo participaron los centros docentes de todos los pueblos de las cuencas, también se vieron inmersos museos, industrias que tienen sus fábricas por la zona, los ayuntamientos, el Gobierno regional a través de la Consejería de Medio Ambiente, ganaderos, piscifactorías, todo quisque, en un proyecto que empezó en el nacimiento de ambas cuencas, en Castro Valnera y Peñas Negras, a 1.000 y 1.200 metros sobre el nivel del mar, cerca de Vega de Pas, y terminó en la desembocadura de los dos, en la ría de Mogro, en Miengo, a 15 kilómetros de la capital cántabra.

"Hicimos a los chavales coger agua del nacimiento y la vertimos luego en la desembocadura, como acto de purificación", cuenta Iturriaga. Y en medio tuvieron hasta un bautizo. "Algunos no lo vieron muy bien, pero encontramos a un cura y una pareja que se atrevió a bautizar al niño en el río el mismo día que montamos el jolgorio", cuenta.

De todas maneras, lo grande está por venir. "Ahora que nos hemos llevado el premio de Anaya pensamos llevar a cabo la segunda experiencia con el río Miera", asegura. Ésta es más ambiciosa, pero, en vista del éxito y la repercusión que ha tenido la primera, el grupo Los Castores cree que no van a tener los problemas de financiación que tuvieron con la del Pas y el Pisueña. Y eso pese a que la nueva integrará a 18.000 niños de 110 colegios de la cuenca, y no sólo ocupará un día, sino una semana. "Acabaremos con una manifestación en la capital, en la que mostraremos todo tipo de símbolos de la cuenca y en la que queremos que participen todos los niños de los pueblos por los que pasa el Miera", alerta Iturriaga, hombre de nervio, al que pocos le achantan el ánimo, y más si se trata de sacar adelante todo tipo de actividad extraescolar.

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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