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CICLISMO Giro de Italia

Siguen ustedes en el planeta Pantani

Cuarta victoria de El Pirata, que aumenta aún más su ventaja en la cabeza de la general

Carlos Arribas

Llegó la mañana del día siguiente y Marco Pantani dijo: hoy no quiero ganar la etapa. Pero en secreto se encerró en su roulotte, cogió una regla, un altímetro y una calculadora y se puso a hacer cuentas, algoritmos y cálculos trigonométricos. Comparó la suave (comparativamente) llegada a la estación de Madonna di Campiglio, la quinta y última llegada en cima del Giro 99, con la dura y empinada llegada del día anterior a Alpe di Pampeago; el 12% de media de los últimos cuatro kilómetros del día anterior con el 6% de la Madonna; vio que lo que se subía en cuatro kilómetros un día se subía en seis el siguiente, se ajustó la bandana amarilla, las gafas, se apretó las zapatillas y tomó la salida con una idea y un cálculo claros en la cabeza.Llegado el momento hizo lo que tenía pensado, atacó en el punto que le habían dictado las ecuaciones y "eccoli qua": victoria (inútil pensar en una sorpresa) y 67 segundos de ventaja sobre el segundo, 67, ni uno más ni uno menos. El mismo minuto y siete segundos en que aventajó al primero de los humanos en el Alpe de Pampeago. Pantani, El Pirata más regular, el más previsible, el hombre que ha convertido la escalada en una ciencia exacta, se supera día a día. Ayer, para conmemorar, día por día, el quinto aniversario de su primera victoria de etapa en el Giro (Merano, 4 de junio de 1994), Pirata se inventó el truco de la diferencia exacta con el segundo. ¿Qué tendrá preparado para hoy, para el Gavia, el Mortirolo y el Valico de Santa Cristina? ¿Qué pasará por su cabeza? Lleva cuatro triunfos de etapa, los mismos que Cipollini, conseguidos en alto, ¿querrá, en Aprica, superar la marca del sprinter toscano? Ya aventaja en 5m 38s al segundo en la general, el joven Savoldelli. ¿Querrá Pantani superar la marca de los 10 minutos? Y en este tipo de dudas entretiene el Giro más duro y temido sus últimas jornadas. Tal es el dominio de Marco Pantani, el caníbal del siglo XXI.

Pantani construye su leyenda, una historia en la que después de los accidentes y los días aciagos sólo entra el brillo de las victorias, nunca la amargura de los desfallecimientos. Su palmarés crece y crece, en la misma medida en que disminuye el valor de sus rivales. Hay que hacer memoria para recordar que Ivan Gotti es una ganador de Giro (1997) y no un pelagatos cualquiera; hay que recordar que Jalabert va cuarto, que Savoldelli representa un nuevo tipo de ciclismo, el del no especialista, el fresco que se defiende en todas partes y que por su regularidad puede llegar a ser grande. Hay que hacer muchos esfuerzos para no olvidar que este Giro lo corre más gente aparte de Pantani. Así que cuando la cosa termina en alto y se ve a El Pirata por las primeras posiciones o a su banda del Mercatone enfilando a los supervivientes, ya se sabe. Comienza el "show". Bienvenido al planeta Pantani. Ya sea la llegada tan ríspida como Pampeago o tan tendida como Madonna di Campiglio. El mismo estilo, la misma aceleración y la misma cadencia. El Pirata se va. Los demás parecen aprendices diletantes.

Y sin embargo, los 125 restantes supervivientes, son personas de carne y hueso, son ciclistas que sufren. Sufren los que intentan salvar los muebles de sus equipos en las pocas etapas en las que piensan que puede haber una escapada consentida. Lo pensaron ayer unos cuantos pero... (recuerden: el pelotón, esto es, El Pirata, sólo ha consentido una fuga, aquella en la que Virenque ajustó cuentas con el pasado a costa de Santi Blanco. Pero llegado el momento, con los fugados a tiro, Jalabert se removió nervioso en su sillín; Simoni, el pimpante trentino, hizo como que atacaba. Suficiente motivo, pensó Pantani. "Si no me hubieran atacado, no me habría movido", dice El Pirata. Y quiere que le crean.

También sufren de verdad corredores como Daniel Clavero. El quinto puesto, el mismo que consiguió hace un año, lo tiene ahí, al alcance de siete horas más de lucha. Y de desgracia. Ayer, en el kilómetro 80 se cayó cuando se quitaba el chubasquero. Se partió la ceja izquierda. Llegó a meta como un boxeador castigado, pero negándose a caer KO. Su compañero de equipo Víctor Hugo Peña oyó la caída y dio media vuelta para ayudarle. Los árbitros le multaron con 30 francos suizos (3.000 pesetas). También esto forma parte del planeta Pantani.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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