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La semana JULIO SEOANE

Me refiero a la semana que falta, no a la que ya pasó. Porque sólo queda una semana para llegar al final de la campaña y alcanzar el momento de elegir. Mañana se hablará de encuestas y, en virtud de las distintas interpretaciones, comenzará la recta final y la aplicación de las estrategias de aprendices y maestros en el arte de la persuasión. Y hasta ahora, ¿cómo deberíamos valorar el tiempo empleado? Pues tal como estábamos, por emplear una expresión familiar de los estudiantes de psicología al terminar un curso. Porque hasta el momento actual, la campaña no aportó nada especialmente nuevo o importante para la sociedad valenciana. Y, sin embargo, las campañas tienen efectos colaterales que deberían puntuar también para su valoración final, al margen del objetivo principal de ganar unas elecciones. Me refiero a su función educativa sobre ciudadanos y también sobre los mismos candidatos, como también al efecto positivo que tienen sobre la participación social, sobre el deseo de influir en el ambiente y organización social. Además, en las épocas electorales se produce siempre un aumento de la actividad de las asociaciones, de los distintos grupos sociales y hasta pueden influir beneficiosamente sobre la organización de los partidos, tan mortecinos en los tiempos actuales. Tampoco es infrecuente que las campañas provoquen la aparición de nuevos líderes y de otras personas útiles para el futuro de la vida política. En resumen, que los efectos de una campaña van bastante más lejos que su resultado electoral. Del tiempo transcurrido hasta ahora, poco se puede decir sobre estos beneficios colaterales. En cuanto a la educación o información sobre los temas importantes y sobre las características de los candidatos, sabemos poco más de lo que ya sabíamos sobre nuestros problemas y sobre los principales aspirantes. Las cifras positivas y negativas las habíamos oído infinidad de veces y las intenciones también. Por ejemplo, el famoso debate entre Eduardo Zaplana y Antoni Asunción dejó a cada uno en su sitio. Al primero le gustan las situaciones estructuradas y ordenadas, mientras que el segundo prefiere improvisar y actuar con menos orden y estructura. Nada nuevo, salvo que quedaron confirmados. La estimulación de la actividad social provocada por los días de campaña es discutible. Esta mayor activación no sólo debería afectar al período electoral, sino al ritmo cotidiano de la sociedad y no parece que haya aumentando el sentimiento de eficacia de los valencianos, aunque es pronto para valorarlo. Otros acontecimientos, como el posible éxito de las negociaciones de guerra o el convenio con los pilotos de Iberia, inciden con más fuerza en nuestro sentido de eficacia. O aumentan nuestro fatalismo y la sensación de impotencia, como en el caso de los pollos contaminados. Poco se puede decir también sobre la incidencia de la campaña sobre el asociacionismo y las organizaciones, o sobre el reclutamiento de nuevos líderes y dirigentes. Hasta ahora, la vida social continúa a su propio ritmo y los políticos que suenan son los mismos. Es cierto que permanece y hasta se acentúa una cierta sensación de movimiento y recolocación, principalmente en el partido socialista con el papel de Felipe González o aquí con el futuro de Asunción. También destaca el éxito creciente de Rosa Díez. Nada muy sorprendente hasta ahora. Todo queda para la próxima semana. Si se emplea en informaciones insidiosas y en más acusaciones, la campaña habrá fracasado, al menos desde el punto de vista social. Es normal e inevitable que aparezcan líderes de opinión, intelectuales, artistas y gentes conocidas pidiendo el voto; para muchos, el momento de la verdad. Pero sólo queda una semana para conseguir los auténticos objetivos sociales de la campaña valenciana: aumentar los niveles de información, estimular la participación social, movilizar las asociaciones y los grupos, y potenciar la aparición de nuevos dirigentes para una renovación política imprescindible.

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