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Un tesoro de papel

Dos años de trabajo han sido necesarios para catalogar los fondos bibliográficos que el callosino Joaquín Ronda heredó de sus ancestros. Son 1.600 títulos reunidos en 2.000 volúmenes cuya indización han llevado a cabo el propio Ronda y Carlos García Casabó gracias a una beca del Instituto de Cultura Juan Gil Albert, con el objetivo de que la biblioteca pueda abrirse a la investigación. La sala guarda obras sobre todo tipo de materias publicadas entre los siglos XVI y XX, además del plano original que el padre Tosca dibujó de la ciudad de Valencia en 1705. Es un tesoro de papel cuyo valor todavía no ha sido tasado. La biblioteca, ubicada en la planta baja del alojamiento rural El Repós del Viatger de Callosa d"En Sarrià, es el fruto de la pasión por los libros y el afán de conocimiento universal del bisabuelo de Joaquín Ronda, Adolfo Salvà Ballester, autor de la única historia escrita de Callosa. Ronda abrió El Repós hace un año en la casa que fue de sus abuelos. Decorado con los muebles originales, su propietario mantiene la biblioteca en la planta baja. La semilla de la biblioteca la plantó el tatarabuelo de Ronda, Francisco Salvà Pont. Su hijo Adolfo creció con la biblioteca paterna a su disposición, lo que le generó un gran interés por los libros. Sería él el encargado de engrosar la mayor parte de los fondos de la biblioteca, y no de cualquier modo. Los expertos avalan el afán coleccionista de este bibliófilo, puesto que rastreaba las librerías en busca de ediciones cuidadas y selectas. Una mirada rápida a los estantes en los que reposan los libros permite hacerse una idea de que a Adolfo Salvà le interesó prácticamente todo. Pueden encontrarse, fundamentalmente, tratados de Historia y de Derecho, como corresponde a las que fueron su vocación y profesión, respectivamente. Pero también libros de filosofía, ciencia, folclore, teología, geografía, viajes, y de muchas otras materias. Prueba de que el deseo de saber no conoce de ideologías fue que Salvà, hombre más bien de derechas, añadió a su colección doctrinarios anarquistas. "Todo parece indicar que fue un hombre inquieto que quiso estar al tanto de su época", señala su bisnieto. Entre los volúmenes pueden hallarse algunas curiosidades que despiertan la imaginación. Uno de los seis libros del siglo XVI es una cosmografía que data de 1541. Aparte del indudable valor de sus grabados y mapas celestes móviles, el libro aparece en el listado de obras prohibidas por la Inquisición y el ejemplar que guarda la biblioteca está parcialmente quemado. ¿Alguien lo salvó subrepticiamente del fuego purificador de la Iglesia en nombre del progreso? Nadie lo sabe, pero Ronda bromea sobre un origen mucho más prosaico de su deterioro: "Quizá alguien lo utilizó para encender la estufa en un día de frío". "Es una suerte que esta biblioteca haya recaído en manos de quien la ha sabido apreciar, porque por ahí se han cometido verdaderas barbaridades", reflexiona al respecto. En las páginas de los libros, Ronda y García Casabó han hallado un buen número de anotaciones y ex libris que servirán para rastrear su procedencia. Sí se sabe que la fundación de la biblioteca tuvo su origen en la desamortización llevada a cabo por Mendizábal en 1834, que nutrió las estanterías de los eruditos con numerosos volúmenes que hasta entonces dormían en los conventos. Adolfo Salvà completó los fondos con los volúmenes que adquiría en viajes a Valencia y con encargos por catálogo. En este sentido, sigue siendo un misterio cómo llegó a manos de los coleccionistas callosinos el plano del padre Tosca, que muestra una vista aérea de una Valencia amurallada y salpicada de conventos. Igual que la procedencia de los libros más antiguos. Averiguar los vaivenes de estas ediciones será tarea de los investigadores cuando la biblioteca disponga de un horario de visitas y, además de seguir siendo la joya literaria con la que Ronda maravilla a sus huéspedes, pase a ser patrimonio de los detectives de la cultura.

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