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Entrevista:TAMARA IVANCIC [EP] INVESTIGADORA

"Creo que este tipo de fiesta resulta más auténtica en su lugar de origen"

Tamara Ivancic (Belgrado, 1965) reside en Barcelona desde 1991. Pregunta. ¿Cuál fue su impresión de esta sociedad en su primer contacto? Respuesta. Creí que me iba a encontrar con un país y me encontré con una ciudad. La identidad, más que en los países, se encuentra en las ciudades. Una ciudad es una fisonomía -mar, fachadas, gente...-. Por muy apátrida o cosmopolita que quieras ser, cuando llegas a un sitio siempre buscas paralelismos, reconocer algo de lo que tenías cuando te exiliaste. Yo vi en la fisonomía de Barcelona cosas que me recordaron a mi casa. En Barcelona encuentro sitios de la ex Yugoslavia con la que estaba relacionada, como el mar, como una isla a la que iba a veranear y a la que, tras la guerra, ya no pude volver. Es una ciudad idónea para alguien que tiene nostalgia de varios lugares. En cuanto a la gente, he de decir que en tu país vives en un círculo creado a lo largo de tu vida, que quizá no tienes suficiente conciencia, como fue mi caso, del resto de la sociedad que hay tras ese círculo, y que cuando aterrizas en un sitio, sin ese círculo de tu pasado, te encuentras con el promedio. P. ¿Cuál es el promedio de Barcelona? R. En Barcelona tengo círculo, y ya no veo el promedio. En España tal vez Almodóvar retrata el promedio español, como Kusturika retrata el promedio yugoslavo. Pero a mucha gente de aquí y de Yugoslavia se le ponen los pelos de punta cuando lo dices. Generalmente la idea que tenemos de nosotros nunca se corresponde. Las identidades que se nos pueden imponer por haber nacido en un sitio concreto son falsas. No tengo una idea clara de Cataluña, pero no creo que alguien se distinga por ser catalán, serbio o bosnio. El otro día, un amigo bosnio de Sarajevo formuló esto con esta frase: "En Sarajevo antes de la guerra nos distinguíamos porque unos escuchábamos a los Beatles y otros a los Rolling". Hay muchas partes de la identidad que se nos imponen. Unos las aceptan, otros no. P. ¿Ha encontrado paralelismos entre los Balcanes y las sociedades peninsulares? R. Respecto al nacionalismo, no. Entre la gente veo cierto orgullo para expresar su propia tradición, sus fiestas populares y su lengua. La primera impresión que tuve al respecto es que aquí el bilingüismo es un hecho natural. No se hablaría de ello como un problema si no fuera empujado desde el ámbito político. Expresar una tradición o una costumbre es algo natural, pero cuando existe la necesidad de hablar de ello ya no es espontáneo, es problemático y caricaturizable. La lengua, por sí sola, nunca es un problema. Serbia, Croacia, Bosnia... hablaban la misma lengua. Durante la guerra de Croacia, croatas y serbios cantaban el mismo himno patriótico, reclamándolo como suyo; era una canción a la que cada bando sólo cambiaba un verso. En cualquier sociedad, balcánica o ibérica, si defiendes un yo individual, sueles chocar contra un nosotros colectivo, que se impone. ¿Paralelismos? Veo una serie de paralelismo triviales, como la pasión por el deporte. Y otros más sustanciales, como el carácter pasional, sureño, y un sentido del humor parecido. Los chistes de la prensa de aquí y allá, por ejemplo, se parecen mucho. P. ¿Cómo interpreta la Feria de Abril? R. Es una fiesta popular, relacionada con la tradición. Me parece interesante para quien quiera ir, aunque creo que este tipo de fiesta resulta más auténtico en su lugar de origen. P. ¿Existe algún tipo de fenómeno parecido en su país? R. Hay fiestas ligadas a las costumbre y la tradición que en realidad se convierten en centros de ocio. La feria también me recuerda a las fiestas que se hacen por los pueblos en el interior de Serbia. Hay muchas. Se come, se bebe, hay música popular y atracciones. Esas fiestas tienen un nombre: vashar.

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