_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Traidor, inconfeso y mártir

El PP asturiano ha puesto en marcha los trámites de una moción de censura constructiva para destituir a Sergio Marqués como presidente de Asturias cuando faltan sólo tres meses para los próximos comicios autonómicos; designado para el cargo en 1995 por los diputados populares, su ingreso la pasada semana en la Unión Renovadora Asturiana (Uras), escindida recientemente del PP, sirve de justificación a la propuesta de remoción. Las posibilidades de éxito de la iniciativa son prácticamente inexistentes: la expulsión del grupo popular en la Junta General de Sergio Marqués y de otros cuatro seguidores suyos ha relegado al PP a la segunda posición (16 miembros sobre 45), muy lejos de la mayoría absoluta requerida para que la medida pudiera prosperar. No sólo el presidente censurado y sus compañeros de la Uras se opondrán a la moción: el resto de los diputados autonómicos (17 del PSOE, 5 de IU y 2 independientes) tampoco le prestarán apoyo.Los populares fundamentan su gesto parlamentario, condenado casi irremisiblemente al fracaso, sobre cuestiones de principio. Los asturianos -argumentan- no votaron en 1995 a candidatos individuales que aspirasen a ocupar la jefatura del gobierno autonómico sino a las siglas colectivas que encabezaban las listas partidistas cerradas y bloqueadas para elegir a la Junta General del Principado; dado que Sergio Marqués fue nombrado presidente de Asturias por los diputados populares (y con la abstención de IU), su decisión de abandonar definitivamente el PP (desde julio cumplía una separación disciplinaria por ocho años) y de ingresar en la Uras le obligaría a renunciar al cargo o legitimaría su destitución. El Tribunal Constitucional, sin embargo, no avala esa razonamiento: los representantes parlamentarios, autonómicos o municipales conservan sus escaños incluso aunque cambien de partido, ya que no están vinculados ni por el mandato imperativo de los votantes que les eligen en las urnas ni por la disciplina de los partidos que les presentan en sus listas.

Pero no sólo de Derecho Constitucional vive el hombre: Sergio Marqués también invoca la Política para retener su cargo. Además de rechazar las acusaciones de transfuguismo (no se ha ido del PP por capricho -dice- sino que fue echado como un perro), comparece como víctima inocente de la persecución desatada por Cascos para controlar su feudo asturiano. Los espectadores del dramón histórico Traidor, inconfeso y mártir son inducidos por Zorrilla a dudar de la identidad de Gabriel Espinosa y a preguntarse si el supuesto pastelero de Madrigal es o no el rey Don Sebastián de Portugal, redivivo tras la derrota de Alcazarquivir; en la tragicomedia asturiana tampoco resulta fácil saber si Sergio Marqués es un felón movido por la ambición o el celoso defensor de la dignidad asturiana frente a las invasiones del vicepresidente primero del Gobierno.

Ante el XIII Congreso del PP, Cascos descargó las culpas de la guerra fratricida asturiana sobre su antiguo amigo del alma y actual enemigo del cuerpo, presentándola como una mera repetición de los casos de transfuguismo ya registrados en Galicia, Madrid, Cantabria, Aragón, Canarias y Murcia: "Desde la noche de la victoria electoral de 1995" el renegado Marqués -afirma truculentamente Cascos- "trató de hacerse con el control del partido" y de gobernar a sus espaldas. Según su maniqueo relato, el presidente de Asturias recorrió hasta el final el camino de depravación, como corresponde a los personajes abyectos de los relatos moralizantes, y acabó "saltándose las leyes de presupuestos y las leyes de contratos de las administraciones públicas". El PP ha estado a punto de ser salpicado por esos escándalos: "Con la información disponible, hoy los socialistas estarían acusando y acosando a José María Aznar del caso Marqués". La vigilante mirada de este Jovellanos reencarnado impidió la catástrofe: también en Asturias el PP "puede mantener la cabeza muy alta para seguir abanderando, además del progreso de la región, la regeneración ética". Sergio Marqués, acusado ladinamente de corrupción por Cascos, tiene ahora la palabra.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_