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Con las manos vacíasFRANCESC DE CARRERAS

Francesc de Carreras

Todavía algunos siguen haciendo cábalas sobre las razones de la decisión de Pujol de retrasar, respecto a sus previsiones anteriores, la fecha de las elecciones catalanas. Encuestas de opinión dadas a conocer en los últimos días otorgan a CiU una cómoda ventaja de casi 11 puntos sobre el PSC. La sensación de error de cálculo por parte del presidente ha vuelto a aflorar en círculos convergentes. ¿No estaremos peor dentro de nueve meses? Sin embargo, las razones de Pujol para no adelantar las elecciones son comprensibles. A la vista de una fecha electoral tan cercana como marzo, el presidente comprobó que ni tenía razones para explicar de manera convincente la disolución anticipada, ni había realizado una obra de gobierno de suficiente entidad como para poder afrontar con la moral alta una campaña electoral. En realidad, vio claramente que se presentaba ante el electorado con las manos vacías, con una gestión política incongruente y un balance general que rozaba la catástrofe. De repente, Pujol debió de sentir el vértigo que sienten los alumnos mal preparados unas horas antes del examen final. Ciertamente, la gestión política del Pujol de los últimos años constituye o bien un continuo zigzagueo incongruente, o bien la quintaesencia del juego de marear a la perdiz sabiendo perfectamente adónde se va. Conociendo al personaje, me inclino claramente por esta segunda posibilidad. Contradicciones obvias de esta política son: pacto con el PSOE, pacto con el PP, pacto con el PNV y el BNG, 15%, 30%, derecho a la autodeterminación, reinterpretación de la Constitución, federalismo asimétrico, Estado confederal. Ahora bien, estas contradicciones resultan explicables cuando, como es el caso de Pujol, se utilizan constantemente varios lenguajes a la vez, según el público que uno tiene delante, en un juego constante de guiños implícitos. En cambio, lo que no resulta explicable, ni siquiera para un comunicador tan experto como el presidente de la Generalitat, es el frío lenguaje de unas cifras que por sí mismas resumen la gestión. Es conocido el enorme déficit de la Generalitat, cercano a los dos billones de pesetas. ¿Es debida esta deuda a la escasa financiación o a la mala gestión de lo ingresado? Esta pregunta deberá contestarse forzosamente en el debate que ya se comienza a desarrollar. De momento, sin embargo, la mala gestión parece ser la causa principal del déficit. Veamos. En primer lugar, según cálculos recientes, la Administración de la Generalitat es la más cara entre todas las de España. Cada ciudadano de Cataluña paga de media 303.812 pesetas, lo cual supone 34.258 más que el promedio de las otras comunidades con un nivel de competencias similar y con idéntico sistema de financiamiento. Esta cifra no refleja los gastos de inversión sino, simplemente, los de funcionamiento, es decir, los gastos de personal, de compra de bienes y servicios, y el pago de los intereses de la deuda. En segundo lugar, entre todas las comunidades autónomas, es la Generalitat la que dedica una proporción más baja de su presupuesto a la inversión pública. En efecto, sólo un 8,5% del presupuesto se dedica a inversiones, mientras que Andalucía le dedica un 15,2%, Valencia un 18,7%, Canarias un 20,3% y Galicia un 21,2, todas ellas comunidades con un nivel de competencias similar al de Cataluña. Los gastos de inversión de la Generalitat, por tanto, representan tan sólo el 47% de la media de los gastos de inversión de estas otras comunidades. Ciertamente, con estas cifras no puede uno presentarse a unas elecciones porque ha de confesar, antes que nada, que es el gerente, desde hace 20 años, de una empresa que va camino de la quiebra, si es que no se halla ya en esa situación. Los costes de fabricación son más caros que los de la competencia, y las ganancias se van en gastos corrientes y no en inversión. Como empresa, peor imposible. Puede ser, por tanto, que ahí esté la razón de no celebrar elecciones de inmediato. En este supuesto, Pujol debe de haber trazado una estrategia para que en octubre la situación haya cambiado. De momento, parece que las líneas a través de las cuales piensa recobrar la iniciativa son el pacto fiscal, que esta semana ha esbozado el consejero Artur Mas; acelerar algunas obras de infraestructura incomprensiblemente atrasadas, y tomar medidas para, una vez más, reforzar lo que suele llamar "conciencia nacional". Sin embargo, en estas tres direcciones Pujol no lo tiene fácil. La propuesta de pacto fiscal ya ha nacido muerta. Después de plantear como soluciones primero la gestión del 15% del IRPF, después el 30% y ahora el 60%, el planteamiento no parece ser serio ni realista. La crítica más mordaz la hizo ayer Toni Batllori, el estupendo dibujante de La Vanguardia, en su diaria tira cómica, haciéndole decir a Pujol que no pedía el 100% porque lo verdaderamente importante era poder seguir pidiendo en el futuro. Cuando a una propuesta que se pretende seria se le contesta en La Vanguardia con un chiste, todos los que conocen bien la sociedad catalana saben que la propuesta no tiene credibilidad ninguna. Y Pujol sabe, además, que en otros tiempos los órganos tradicionales de la sociedad catalana no le trataban de esta manera. En las otras direcciones la dificultad es similar. En infraestructuras, es posible que de aquí a octubre alguna cosa pueda lograrse: quizás la gratuidad de la B-30 -gracias, por cierto, a un movimiento popular nacido al amparo de algunos ayuntamientos-, quizás también se desbloquee el complejo asunto del tren de alta velocidad o el del aeropuerto, quizás incluso se comience a solucionar el tramo de autovía Cervera-Igualada. Pero en cualquier caso, el gran retraso de todos estos proyectos es solamente atribuible al Gobierno de la Generalitat. Por tanto, la solución no será otra cosa que la confirmación de su ineficacia anterior. Y en cuanto a reforzar la "conciencia nacional", me temo que los vascos, en los próximos meses, pondrán en esa materia el listón muy alto y todo intento de superarlos podría desbordar la moderación habitual que CiU necesita para no perder una parte muy importante de su electorado. Existe muy claramente una sensación de final de etapa. Pujol, sin embargo, es especialista en crecerse ante situaciones difíciles. Habrá que seguir con atención sus movimientos. En todo caso, no hay duda de que hasta el otoño asistiremos a un gran despliegue para recobrar la iniciativa y la credibilidad perdidas.

Francesc de Carreras es catedrático de Derecho Constitucional de la UAB.

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