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FÚTBOL LIGA DE CAMPEONES

Iván Campo y sus errores reiterados

Santiago Segurola

El destino de Iván Campo en el Real Madrid está marcado: nada le protegerá en un equipo que engulle a sus centrales con una voracidad asombrosa. El primer tercio de la temporada ha estigmatizado a un jugador incapaz de situarse a la altura de las enormes exigencias que demanda su equipo.Hay futbolistas que tienen un techo muy claro. Iván Campo fue un central prescindible en el Valencia, pero mejoró su reputación de tal manera en el Mallorca que llegó a la selección y recibió elogios desde todas las esquinas. Pero fuera de un club sin grandes pretensiones, Iván Campo ha confirmado las sospechas sobre su verdadero talento. Sus últimos seis meses han sido un calvario. Su fracaso en el Mundial fue espectacular y sintomático. No consiguió aguantar un desafío de gran calibre. Se percibieron entonces -el partido contra Nigeria- todas sus limitaciones, manifestadas de forma meridiana en el Madrid, donde sus partidos se cuentan por catástrofes: salió por Sanchis frente al Barcelona y falló en la línea de pase que provocó el gol de Anderson; jugó de titular en Bilbao y terminó barrido por Urzaiz; ante el Betis levantó la ira de los aficionados en cinco errores consecutivos frente a Denilson; sus equivocaciones persistieron frente al Extremadura (gol de Duré). Ayer en San Siro completó el círculo: estuvo a punto de ser expulsado en el arranque después de dos duras entradas a Ronaldo, midió mal el juego aéreo frente a Zamorano, se estrelló en el desastroso despeje que provocó el primer gol de Baggio, fue incapaz de interpretar la maniobra del italiano en el segundo y hasta quedó retratado en otro encuentro con el 10 del Inter, al que sólo pudo frenar con un blocaje de yudo que el colegiado ignoró.

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En Milán, Iván Campo formalizó lo que se presumía de él, un jugador de tendencias caóticas que se ha visto superado por las exigencias de su equipo y que está destinado a un fracaso irremediable.

Una impresión que se extiende también a Fernando Sanz.

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