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Abandonan Gambia los dos pescadores retenidos durante tres meses

La angustiosa espera concluyó al fin. Los marineros Antonio Lozano y Domingo López pudieron abandonar poco después del mediodía de ayer Gambia, tras haber permanecido retenidos en ese país africano durante tres meses bajo la acusación de pesca ilegal, a bordo del barco Brizz III, en el que arribaron anoche a Dakar, la capital de Senegal. Su llegada a España depende de para cuándo consigan finalmente los pasajes aéreos. Sus familiares y sus vecinos de Isla Cristina (Huelva) les preparan un gran recibimiento.

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Un gran recibimiento

"Están muy bien, deseando soltar cabos y salir zumbando". Así se refirió ayer Jerónimo de la Corte, el gerente de la armadora Tarso Consulting, al estado de ánimo de Antonio Lozano y Domingo López, con los que había podido hablar por teléfono por la mañana. Ambos, junto al armador, Ángel Fernández, y un hijo de éste, David, se encontraban entonces a la espera de que el barco Brizz III se aprovisionase de combustible y víveres para emprender poco después del mediodía la travesía de la liberación, de unas siete u ocho horas, hasta Dakar, la capital de Senegal.En cualquier caso, De la Corte estimaba que quizá hasta hoy mismo o incluso mañana, lunes, no podrán los pescadores pisar de nuevo suelo español. "Tienen muy difícil conseguir billetes para volar antes por la saturación de las líneas aéreas", advertía. La empresa senegalesa SDV Pêche, consignataria del buque, está haciendo, dijo, todos los esfuerzos posibles para lograr pasajes para ellos cuanto antes, pero se tropieza con la escasez de vuelos y el gran número de turistas.

La única alternativa es permanecer en Dakar y volar cuando se pueda a Madrid -la compañía Iberia no tiene vuelo directo hasta el martes- o a cualquier otra capital europea, como París, Zúrich o Lisboa, para coger en ella el primer enlace posible. "Pero eso ya es lo de menos", resaltaba De la Corte; "lo fundamental es que están libres".

El pasado jueves, Lozano, el capitán del Brizz III, y López, su jefe de máquinas, habían admitido en el juicio, celebrado en Banjul, que habían navegado por aguas gambianas con las estructuras que sostienen las redes desplegadas, pero no se declararon culpables de haber pescado de manera ilegal. Así, según el veredicto, que estaba pactado de antemano tras una infinidad de negociaciones previas, el armador debía pagar un millón de dalasis (unos 15 millones de pesetas) por cada uno de ellos para que quedasen en libertad. De lo contrario, tendrían que pasar cuatro años en prisión.

Con lo que no contaban Fernández y sus marineros era con que, una vez abonada la multa, el Ejecutivo gambiano cerrase la trampa utilizando precisamente su parcial asunción de culpabilidad para reservarse el derecho de no sólo revisar la sentencia judicial, sino incluso de exigir otros 180 millones de pesetas de sanción. En ese momento, según su abogada, Idah D. Drammeh, ya sólo quedaba una vía para solucionar el problema: la diplomática.

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Afortunadamente, una conversación telefónica entre el ministro español de Asuntos Exteriores, Abel Matutes, y el propio presidente de Gambia, Yahyah Jammeh, fue suficiente para que el laberinto en el que Lozano y López habían permanecido durante 90 días se abriese. Jammeh ordenó a su Marina que de una vez por todas acabase con el litigio. El mismo Matutes telefoneó después a las esposas de los retenidos para confirmarles que el caso estaba cerrado.

"Tuve una conversación larga, franca y constructiva con Jammeh", comentó ayer Matutes en Salzburgo (Austria), donde participa este fin de semana en una reunión con sus homólogos de la Unión Europea. La gestión se hizo en el momento en el que se pudo realmente hacer, matizó saliendo al paso de las críticas vertidas contra su departamento por falta de reacción.

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