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Verano 98RETRATOS

El arte contra la injusticia

El pintor almeriense Andrés García Ibáñez ha donado 21 obras realizadas en San Salvador y Guatemala a Unicef

Los balones de fútbol o los juegos de canicas en el letargo de las tardes del pueblo no ocupan un papel destacado en la biografía infantil de Andrés García Ibáñez. Sin embargo, como si de la magdalena de Marcel Proust se tratara, el olor a pintura y aguarrás le transportan de inmediato a sus primeros días, a su primera escuela. Pasó su niñez rodeado de botes de pintura, jugueteando con pinceles y lienzos en el taller de su abuelo. "Ahí fue donde descubrí un poco la maravilla del mundo del arte", asegura este joven almeriense de 26 años que ha hecho de la pintura y de su propia vida un binomio indisoluble. Andrés García Ibáñez, que ya tiene su propia Casa Museo en Olula del Río, el municipio almeriense en el que reside, aprendió a pintar con la misma naturalidad que se aprenden a dar los primeros pasos. No le hizo falta ni pararse a pensarlo. Simplemente empuñó los pinceles y a los 17 años ya se ganaba la vida vendiendo sus cuadros. Ahora es difícil conseguir una de sus obras por menos de 150.000 o 200.000 pesetas. Según el cuadro, las cifras ascienden a cantidades millonarias. Pero no es la cotización que sus obras han alcanzado su logro más destacado. Por encima de todo está la admiración que ha logrado despertar entre los expertos en arte y la humildad con la que se plantea su relación con la pintura. "Yo nunca he buscado un estilo en particular. Ni tampoco pretendo ser muy original. Los temas de mis cuadros me los brinda el proceso de la vida". El cuadro que pintó para el Vaticano del obispo almeriense beatificado, Diego Ventaja, fue uno de los primeros trabajos que confirmaron el buen camino por el que le guiaba su talento artístico. No hace mucho tiempo regresó de cumplir con otro encargo de envergadura: pintar la cúpula de la catedral de San Salvador y los cuadros del retablo de esta misma iglesia. Lo que en principio se planteaba como reto profesional más acabó convirtiéndose en un pulso personal. "Cuando llegué a San Salvador los andamios que habían preparado para pintar la cúpula de la catedral estaban mal resueltos. Tuve que esperar aproximadamente un mes para poder empezar a pintar y fue entonces cuando tuve la oportunidad de relacionarme con los salvadoreños y con la gente de Guatemala, donde también viajé", explica. De esa relación con el pueblo, y con los mismos operarios de la catedral, nacieron 21 cuadros. Cuando finalizó su trabajo en San Salvador, Andrés traía en el morral de su alma una profunda rebeldía contra las injusticias que pudo apreciar y, bajo su brazo, unos lienzos enrollados en los iban atrapados la vida y el sentir de alguna de la gente con la que trató mientras estaba en San Salvador y Guatemala. Estos cuadros son ahora propiedad de Unicef. Si se venden todos se conseguirán recaudar unos nueve millones de pesetas. Pero, pese a que la impresión que le llevó a pintar esos cuadros fue brutal, García Ibáñez no iba desprevenido. "Me esperaba lo que encontré. Pero es que cuando estás allí es cuando realmente te das cuenta de que el sol no sale igual para todos. En el caso del Salvador, 14 familias son las que dominan y la gente vive en un régimen casi de esclavitud para ellos. Son gente sin posibilidad de escapatoria. Además, pude comprobar que todas las doctrinas institucionalizadas son falsas, obstaculizan el desarrollo".

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