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Verano 98TRABAJOS ESTIVALES

"Boleros" en el lago

Recoger pelotas de los campos de golf supone un sueldo de 2.000 a 15.000 pesetas al día

El sol inicia su retirada y es tiempo de boleros. Pero la única melodía que se escucha es el petardeo de los tubos de escape de las motos sobre las que aparecen montados los profesionales que se buscan la vida en el campo de golf. Además del nombre, comparten con la danza española, la gallardía con la que se dan el paseo siguiendo el rastro de las pelotas que los jugadores han perdido en un mal tiro. Salvador, un joven de 19 años y uno de los aproximadamente diez boleros que trabaja en el Mijas Club de Golf, aparca su Puch junto al lago del hoyo 11. Vestido con el uniforme de trabajo -un traje de buzo- se sumerge en el agua marrón. No le hacen falta los plomos ni las gafas de bucear. No cubre. Comienza el rastreo y se desliza, intentando notar con el pie alguna pelota de golf. "Este es mi lago", explica, "todos los boleros tenemos uno". Sólo es una técnica. Juan, que ha sido pescador, prefiere la del rastrillo. "Así no te cortas los pies". Desde el borde de su lago lanza uno de estos artefactos atado a una cuerda y va tirando de ella conforme anda por la orilla. La pesca de hoy no le ha compensado el sudor: del rastrillo extrae más algas y barro que pelotas de golf. "No es un buen día", asegura, y vuelve a intentarlo de nuevo. Pero no es lo habitual. Los boleros ganan, según dicen ellos mismos, unas 2.000 pesetas diarias como mínimo. "Yo me he hecho hasta 15.000 en un día", asegura Salvador. Tuvo que encontrar 300 bolas. Y eso fue en invierno, que es cuando más se practica el deporte. En verano, como dicen todos, "afloja". Salvador sólo es un intermediario: las vende a 50 pesetas al "gran industrial" de esta profesión que, a su vez, las revende al jugador en bolsas de 20 o 30 a 100 pesetas la unidad. Javier, otro bolero de 31 años con 20 de experiencia, espera a la salida del campo con las bolsas sobre el coche. Pertenece a la saga de los "industriales" aunque dice ganar "sólo" unas 120.000 pesetas al mes. "Yo vivo de esto", asegura, "pero no penséis que soy un marginal". Nadie osaría: conduce un Opel y viste mejor que muchos. Explica su miedo. "De los 30 que comenzamos con esto, siete u ocho han muerto de sobredosis". El guarda del Mijas Club de Golf también los ha visto caer. Ha conseguido una buena relación con ellos a base de comprensión y de poner los puntos sobre las íes. "Se podría pensar que se pueden meter con los clientes. Pero lo único que tenemos que hacer es ponerles los límites claros", unos límites que a veces, a pesar del acuerdo con la autoridad, han llegado a las manos. Al guarda le ayudan a controlar el campo de golf. La estrecha vigilancia que ejercen los unos sobre los otros -no puede llegar uno nuevo sin una recomendación verbal de otro- le hace afirmar: "Así yo no tengo que poner tanta atención". Ni a Salvador, ni a Juan, ni a Javier les gustaría dedicarse a otra cosa. "Yo podría trabajar en la construcción. Pero no quiero. Aquí al fin y al cabo soy mi propio jefe", dice Javier. "Para mis gastos y para ahorrar algo sí saco", explica Salvador. Y Juan concluye de forma lapidaria: "Es mejor coger pelotas de golf que robar".

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