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Reportaje:

Literatura entre humo y copas

Los bares y pubs con pequeños escenarios rodeados por varias decenas de personas con copas en la mano e inundados de humo han sido desde siempre el comienzo habitual de cualquier músico, cantando sólo con su guitarra o con un grupo intentado demostrar su valía. El ruido constante de un lugar de copas se lleva bien con la música. Lo que no parecía tan fácil es que los sonidos de los vasos entrechocando y las conversaciones a medio apagar casaran bien con un recital de poesía y cuentos. Eso es, precisamente, lo que han conseguido dos jóvenes estudiantes donostiarras, Julen Etxabe y Beñat Arginzoniz, que ya han realizado más de media docena de actuaciones en bares guipuzcoanos en las que han logrado que, durante una hora, el público permaneciese en silencio, atento a la lectura de sus propios relatos y poemas. El primer recital lo hicieron hace apenas dos años en la Facultad de Psicología del campus donostiarra de la Universidad del País Vasco (UPV). Luego decidieron trasladar su experiencia entre copas y cerca de una barra. "Hacerlo en un bar te da la oportunidad de percibir las sensaciones que estás haciendo sentir a la gente. Es más bonito en un bar; también lo hemos hecho en alguna casa de cultura, pero es más frío, porque son más grandes y estás arriba, como en un pedestal impartiendo una clase", explica Julen Etxabe, de 21 años y estudiante de cuarto de Derecho. El proceso comienza cuando los dos jóvenes acuden al bar para convencer al propietario de que les permita hacer el recital. No sólo tienen que explicar que van a recitar poesía y relatos, sino también que se trata de sus propias obras y no de las de autores consagrados. "Te preguntan: ¿y ya será bueno lo que traes? Pero luego siempre llenamos el bar. Los propietarios están encantados, sorprendidos porque no están acostumbrados a estas cosas, pero nos dicen que volvamos cuando queramos". El Muro y Azul Cristal, en San Sebastián, o el Iruña y el Mikelazulo, en Tolosa, son algunos de los locales donde Julen Etxabe y Beñat Arginzoniz han conseguido que durante una hora varias decenas de personas, cerca de dos centenares en alguna ocasión, quedasen en un completo silencio pendientes de sus palabras. Antes de iniciar sus recitales lo intuían, pero ahora están convencidos: "Hay mucha gente que está interesada en recibir esto y no tiene oportunidad de verlo en ningún sitio, por eso va a nuestros recitales con ganas". La necesidad es recíproca: "No nos interesa cobrar; estamos más que pagados con que la gente esté allí". Al fin y al cabo, "lo que se busca es la comunicación", asegura Beñat Arginzoniz, un estudiante de cuarto de Psicología de 24 años. Mientras en una actuación musical los aplausos, el público coreando las canciones o los bailes espontáneos delatan el éxito o el fracaso, ante un recital de poemas y relatos, comprobar si se ha generado la "complicidad" entre los escritores y los oyentes va por caminos más sutiles: "Si hablas con convicción y crees que lo estás haciendo bien se nota en la gente, en las caras. Siempre te queda la duda de si te están aplaudiendo sólo porque han ido allí, pero al final sabes quién lo hace sinceramente y quién no", asegura convencido Julen Etxabe. La experiencia de los recitales en bares les ha servido también a los dos escritores para plantearse nuevos retos y planean realizar, posiblemente en septiembre, un "maratón de poesía".

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