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90 años de barrio, 30 de vecinos

A principios de este siglo, el empresario harinero Juan José Irala decidió construir una barriada para sus trabajadores en las afueras de Bilbao (o lo que por aquel entonces lo eran). De Irala no sólo surge la carta de origen y el propio nombre del barrio sino que, además, le dotó de personalidad e indudable encanto cuando decidió inspirarse en las barriadas aterrazadas británicas, con pocas alturas, miradores y árboles en las aceras. El barrio concebido por este empresario ilustrado ha seguido su vida con desigual fortuna. La extensión de la trama urbana de Bilbao ha rodeado de edificios de ladrillo y numerosas alturas y de carreteras la barriada. Los dueños del dinero en la época del crecimiento económico de la década de los 60 carecían de la visión o habían viajado menos que Irala y se llevaron por delante muchas casas bajas de tono inglés para rentabilizar el suelo en el que se levantaban con mamotretos urbanísticos. Hace unos días, salió a la luz un problema más, un problema que llevaba comiéndose los intestinos de la parte vieja del barrio desde hacía tiempo. Las decimonónicas estructuras de madera de muchos de los edificios originales de la zona están carcomidas por las termitas. El Ayuntamiento se ha apresurado a prometer ayuda técnica, pero la mayor parte del costo recaerá sobre los bolsillos de los habitantes de los chalés, que, aunque en su mayoría ya no son simples obreros, siguen siendo gente de economía modesta. El origen aislado de Irala favoreció el nacimiento de un sentimiento, de un arraigo de barrio entre sus habitantes, cuya clase social, también predeterminada por su concepción, contribuía a la homogeneización y, por ende, el nacimiento de un sentido de lo común. Con este viento en sus velas, Irala aprovechó las primeras oportunidades de asociación que permitía el régimen dictatorial del general Franco y en 1968 constituyeron una agrupación de vecinos. Ésta es una de las más antiguas de todo el País Vasco y, ahora convertida en una verdadera superviviente del movimiento vecinal, cuando las ciudades son más de los individuos que de los grupos, celebra a partir del martes sus primeras tres décadas. Los integrantes de la Asociación de Vecinos de Iralabarri -que no reciben ninguna subvención, ni cobran cuotas a las 600 familias asociadas (antes cobraban 300 pesetas, pero se murió el hombre que iba casa por casa pidiendo los 60 duros)- han decidido revivir lo que a principios de siglo se llamó "un barrio pintoresco y moderno" con una exposición de fotos antiguas sobre el Irala original que permanecerá abierta toda la semana en el edificio de las Escuelas de Camacho. El día grande de la celebración será el próximo miércoles, cuando los organizadores quieren juntar en el barrio a todos aquellos que viven o vivieron en él. En el mismo edificio y a las ocho de la tarde se celebrará una tertulia abierta a todos para recordar cómo era el barrio de los años 30 y 40. Posteriormente, se ofrecerá algo para picar, aunque la falta de recursos económicos (han recibido una subvención de 100.000 pesetas para la exposición fotográfica) ha forzado a anunciar que quizá se trate de "pan con aceite y azúcar". El martes, también a las ocho de la tarde, se proyectarán diapositivas y el jueves, a la misma hora, los fundadores de la Asociación de Vecinos relatarán sus avatares de una treintena de años de trabajo en un barrio, sino moderno ya, sí "pintoresco".

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