_
_
_
_

Del Ganges al Guadiamar

Del AVE al caballo. Dominique Lapierre cambió el tren de Alta Velocidad en el que llegó desde Madrid por la monta del caballo Escribano, con el que ayer inició su segunda experiencia rociera. El novelista francés ya hizo el camino hace tres años, aunque las primeras referencias al Rocío las escuchó de su amigo Manuel Benítez el Cordobés, con el que aprendió a montar a caballo mientras preparaba su libro O llevarás luto por mí. "Lo del Rocío sólo es comparable a algunas peregrinaciones que hay en la India", dice Lapierre, para quien el mundo se divide "entre los que han ido al Rocío y los que no han hecho el camino". En este último apartado está su amigo Larry Collins, con el que escribió al alimón cinco libros, entre ellos Arde París y ¡Oh, Jerusalén! "Larry está en los Estados Unidos. No le gusta el Rocío porque no le gusta montar a caballo". Lapierre, parisino de 66 años, llegó al Rocío con su sobrino, el también escritor Javier Moro, autor de las obras El pie de Naipur y Las montañas de Buda. Javier es hijo de un español y de Bernardette Lapierre, hermana del escritor, que hace las veces de Pigmalión de su sobrino en una variante rociera de la novela de Graham Greene Viajes con mi tía. Profesional de la palabra, es cautivo en el Rocío de imágenes que se suceden. "Habría que hacer una foto cada minuto". Se detiene en la belleza de las mujeres, en la emoción de la misa nocturna ante el simpecado. "Es una mezcla maravillosa entre la fe, la buena vida y las ganas de pasarlo bien de las gentes sencillas". Su sobrino no es el único escritor de la familia. También la madre de Dominique Lapierre, próxima a cumplir los 90 años, ha escrito su primera novela, un libro titulado Un esposo exigente. "No es una novela pornográfica", bromea Lapierre, "porque ese esposo es Jesucristo". También su hija Alessandra quiere abrirse camino en el mundo literario. "Acaba de publicar una novela titulada Artemisa". Se enteró en la India del desastre ecológico de Doñana. "Yo conozco prácticamente todo el mundo y he visto pocos lugares tan maravillosos. He pensado en esas marismas mientras estaba en lugares apartados de Canadá, de Australia o de la India". Ha cedido la mitad de los derechos de autor de su último libro, Mil soles, una remembranza de algunos personajes que le han dejado huella, para fines benéficos. "Hemos inaugurado un barco-dispensario en el delta del Ganges que presta ayuda médica a 350.000 personas". No es médico, pero el dinero de sus libros le ha permitido curar a 9.000 niños leprosos en Calcuta, mitigar la tuberculosis en un millar de pueblos y excavar 540 pozos de agua potable. "Yo le decía a la madre Teresa de Calcuta que mi acción era una gota de agua en el océano de las necesidades. Sí, me decía ella, pero el océano está hecho de gotas de agua". El epílogo del libro de Lapierre y Collins está por escribirse. "Espero que israelíes y árabes firmen la paz en el país de Jesús". Se congratula del acuerdo de paz en Irlanda del norte. "Era absurdo que dos países cristianos que adoran al mismo Dios puedan pelearse y matarse; que se maten musulmanes e hindúes, dos religiones muy diferentes, es terrible pero tiene su lógica". Le interesa más el rugby que el fútbol. ¿Un favorito para el Mundial de Francia? "El Real Madrid", dice Lapierre, a quien le suena a chino que un francés apellidado Fernández y nacido en Tarifa haya metido al Athletic de Bilbao en la Copa de Europa. "Me gustan más los toros. ¡Cómo disfruté en las Ventas con Miguel Abellán después de unos días de corridas tan terribles". Dominique Lapierre está encantado con transmitirle el entusiasmo a su sobrino, de quien acaba de leer su libro Las montañas de Buda. "Javier ha estado dos años con el Dalai Lama en el Nepal y viajó al Tibet. Seguro que va a disfrutar en esta peregrinación". Le parece triste que la gente se muera de hambre en la India y el gobierno se gaste una millonada en experimentar con armas nucleares. "Pero la India es un país importantísimo, cosa que parecen discutirle sus vecinos, China al norte, y Pakistán al Oeste. Y hoy por hoy, la única forma de evidenciar ese poder en la actual situación mundial es mediante las armas atómicas, aunque me produzca una enorme tristeza con tanta pobreza". Los niños de Coria están encantados con la simpatía de este hombre. No saben que es francés, que es escritor, que ha vendido millones de libros, que se acaba de bajar del AVE y que en el mismo andén de santa Justa acaba de proclamar: "¡Viva la Blanca Paloma!".

El pueblo de la alegría

El Rocío es una lección permanente de geografía. "Vamos con Dos Hermanas, dormimos con Los Palacios y estamos en Coria", dice uno de los anfitriones del cortejo de Dominique Lapierre. En Santa Justa lo esperaba su amigo y compatriota Raymond Andreani, que acudió a la estación de tren con un todoterreno y dos caballos, uno para el escritor y otro para su sobrino. El primer agasajo lo recibieron en Coria, primera parada antes de encontrarse con sus amigos de la hermandad de Los Palacios. El autor de La ciudad de la alegría piropeó a las cuatro jóvenes que ataviadas con trajes de gitana posaron con el ilustre visitante. En contexto tan literario, las cuatro admitían que en la actualidad están demasiado ocupadas como para ponerse a leer libro alguno. Pero Merchi, Yolanda, Ana y Luisa al menos han conocido a un escritor de carne y hueso. Lapierre hará el camino hasta la aldea y su intención es regresar a Calcuta para imspeccionar la marcha de sus obras benéficas.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_