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El toro es universal: paseíllo de Fulton, cuadros de Kovatchev

La Feria Mundial del Toro está demostrando el carácter interdisciplinario de la fiesta. Un vasto catálogo de especialidades se dan cita en el hipotético claustro de saberes y conocimientos de la lidia: pintores, veterinarios, ingenieros agrónomos, ganaderos, informáticos, juristas, historiadores. Si el detractor del toro lo es también de ese marco científico está renunciando a buena parte del acervo cultural y científico, desde la ley de gravedad a los preceptos básicos de la geometría. Esta magna exposición es mundial con conocimiento de causa. En la nómina de expositores figura desde el torero y pintor norteamericano recientemente fallecido John Fulton, que tomó la alternativa el 18 de julio de 1936 en la Maestranza de Sevilla, hasta el artista búlgaro Valentín Kovatchev, que llegó desde Sofía a España poco después que Hristo Stoichkov, un futbolista con ademanes de torero que se prepara para el Mundial de Francia en Arabia Saudita. Fulton hizo el paseíllo con el cordobés José M. Montilla y el venezolano César Faraco. A Kovatchev le llaman en su país el Durero búlgaro; el primer toro que pintó le valió numerosos premios. Expone una completa seria sobre Manuel Rodríguez Manolete, que acompaña en su galería de autores a la que hizo sobre el escritor Herman Hesse, cuyo lobo estepario llegó en sus pinceles hasta la ciudad de la Selva Negra en la que nació el autor de Sidharta. Kovatchev vive desde 1992 en Málaga, es el único extranjero miembro de la Academia sevillana de las Bellas Artes y su secreto mejor guardado es la técnica de bañar las planchas en agua y ácido nítrico. En el exterior se desarrollan escenas de tienta, de acoso y derribo. En la plaza de toros del interior, el público disfruta con la modalidad del toro camargués. El toro ha resistido todos los seísmos políticos. En el stand de Saltillo aparece un cartel de una corrida benéfica celebrada en Sevilla el 16 de julio de 1936.. Antonio Pazos, Pedro Ramírez Torerito de Triana y Pascual Márquez, toreaban a beneficio de los damnificados "por los últimos temporales". El verdadero temporal llegaría dos días después. 5 de abril de 1931. Nueve días después se proclamaría la Segunda República. En Cádiz se lidian toros de Juan Pedro Domecq para los diestros Carnicerito de México, Contreras y Leopoldo Blanco y Rebujina. Gallo, Bienvenida, Gallito. Terna capicúa que toreaba en la plaza de toros de Barcelona el 2 de octubre de 1913, unos meses antes de la guerra del 14. Mundial, como esta Feria. Toros del duque de Veragua. El arte, de Gelves, ribera del Guadalquivir. La paleta de colores del toro bravo supera las posibilidades del más ambicioso de los toreros. El inventario cromático es obra de Julio Fernández Sanz, veterinario, director técnico adjunto del Libro Genealógico de la raza bovina de lidia. Los toros no son racistas. Quizás porque no hay toros blancos. Enumera siete colores puros: ensabanado, albahío -los dos tienen un halo de blancura-, jabonero, rubio, melocotón, colorado, retinto y negro. Los rubios y retintos son bichos raros, nunca mejor dicho. El toro es demasiado viejo como para perderse en limpiezas étnicas. Entre los colores mixtos, los hay cárdenos, mulatos o tostados, castaños, salineros y sardos. Los toros blancos no existen. Serían vacas locas. Es blanco en todo caso el careto, que así llaman al animal que tiene la cara o la frente blanca y el resto de la cabeza de color más oscuro. Se habla mucho de la casta del toro, pero sólo hay cinco reconocidas: la Navarra, la Vazqueña, la Cabrera, la Vistahermosa y la Jijona, que nada tiene que ver con el turrón sino que alude a toros que pastaban en Villarrubia de los Ojos, donde el Guadiana juega al escondite.

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