_
_
_
_
_
Tribuna:LAS PRIMARIAS SOCIALISTAS
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Las primarias y Caperucita Roja

El año pasado se celebró el tercer centenario de la publicación de Historias y cuentos del tiempo pasado de Perrault. Esos cuentos, a los que todos los niños y adultos debemos el habernos abierto la puerta a un universo mágico, proceden de un pasado lejano y fueron transmitidos por tradición oral. Los cuentos de Perrault han proporcionado un gran placer al hombre, sobre todo en la infancia, y le han servido de apoyo moral. Caperucita roja, La bella durmiente, La cenicienta, Pulgarcito, El gato con botas, Barba Azul, han sido el paisaje emocional de nuestra infancia. De todos ellos el más original es Caperucita roja por su brevedad y por su desenlace nada feliz. Pocas veces la literatura ha sabido plasmar tal intensidad, dramatismo y ambigüedad en tan sólo tres páginas. El trágico y rápido desenlace en el que el lobo devora a Caperucita deja al lector realmente sobrecogido. Todavía veo en las caras de mis alumnos de hace años la expresión de asombro, perplejidad y aun de irritación, como si les hubieran estafado en la infancia, al conocer la versión de Perrault. Pues éste escribió un cuento de advertencia con una moraleja en verso sobre los riesgos y peligros que acechan a las jovencitas que hablan con desconocidos. La protagonista del cuento comete el error de apartarse del camino más corto y movida por la curiosidad, esa fatal consejera, se entretiene en coger avellanas, perseguir mariposas y cortar flores silvestres; en resumen, disfruta de la vida adentrándose en senderos poco trillados, algo que para la sociedad de finales del siglo XVII no era políticamente correcto. Con el romanticismo, coincidiendo con el auge de los nacionalismos, se produce la recuperación de la literatura oral popular y los hermanos Grimm recopilan el patrimonio cultural alemán transmitido por tradición oral en sus Cuentos infantiles y del hogar. Su versión de Caperucita Roja, mucho más tranquilizante y con un final feliz, es la universalmente conocida: devoradas la abuela y Caperucita aparece un cazador que les salva abriendo la barriga del lobo. En esta versión, menos concisa que la de Perrault, la madre de Caperucita le da dos consejos: que no se aparte del camino y que no fisgonee. Cuando se encuentra con el lobo éste le tienta con el placer de corretear por el bosque frente al tedio escolar. Como la mejor manera de vencer las tentaciones es caer en ellas (Oscar Wilde) nuestra heroína se aparta del camino y se interna cada vez más en el bosque.También en esta versión la curiosidad se paga, pero, una vez a salvo, Caperucita se compromete a no volver a apartarse del camino. La mayoría de los seres humanos hemos crecido con estos cuentos. Cuántas veces y cuántos cuentos de advertencia hemos tenido que oír -en el hogar, en la escuela, en las organizaciones políticas, sociales y religiosas- con la misma recomendación: no te apartes del camino prefijado. Érase una vez un país cuyos partidos políticos estaban sumidos en un gran letargo hasta que una pequeña sacudida despertó a la ciudadanía: el secretario del PSOE, en un gesto que nunca le agradeceremos bastante, convocó unas elecciones primarias para elegir candidato a la presidencia del Gobierno. Del letargo se pasó a la expectación y entusiasmo de los ciudadanos. Algo comenzaba a moverse en una sociedad aburrida de tanta mediocridad. Una puerta, de consecuencias tan impredecibles como la caja de Pandora, se había abierto. El padre, la figura tranquilizadora y carismática que había renunciado a la secretaría general, marcó el camino de su sucesión. Y así resultó elegido secretario general Joaquín Almunia tras unos días de insoportable orfandad. Pero, de repente, abierta la puerta, por el camino de las primarias aparece no el cazador, sino el hijo del panadero que, con osadía y coraje, como todos los héroes de los cuentos, se presenta como candidato con la única compañía de su soledad, sin familia, sin barones y notables, sin hada madrina.

Su entrada en escena produce las convulsiones y dudas propias de todo proceso de cambio en el que lo viejo no ha muerto y lo nuevo no acaba de germinar: que si los órganos colegiados del partido deben o no pronunciarse por uno de los candidatos, que si el secretario general debe dimitir si no es elegido o que la elección de Borrell crearía una gran inestabilidad en el partido, como reflejo actualizado de nuevos cuentos de advertencia. La semana pasada, en un periódico publicado en Andalucía, A. Rodríguez Almodóvar, que ha recopilado nuestros cuentos populares en Cuentos al amor de la lumbre, después de explicar que algunos socialistas con los que había hablado y que piensan votar a Almunia reconocían que Borrell es mejor competidor frente a Aznar, se hacía la siguiente e inquietante pregunta: ¿cuál es el objetivo mayor, ganarle a la derecha o garantizar la estabilidad del aparato? Entre los dos protagonistas que compiten en estas primarias el que asume el riesgo de apartarse del camino trillado es Borrell. Si yo pudiera recurrir a mi hada madrina le pediría que tocara con su varita mágica el corazón y la cabeza de los militantes socialistas el día 24 para que, apartándose del camino trazado por la dirección del partido, emprendieran la hermosa aventura de facilitar con su voto que el hijo del panadero pueda llegar a ser presidente del Gobierno. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado. Lucila Estévez es profesora de literatura de la Universidad Pública de Navarra.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_