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Discordia en la escalera

Unas jornadas sobre comunidades de propietarios destapan los conflictos que avinagran la vida de los vecinos

Antonio Jiménez Barca

En Madrid hay 180.000 edificios. Es decir, 180.000 comunidades de vecinos y, según los cálculos del Colegio Territorial de Administradores de Fincas, en el 90% de éstas hay un vecino incordio. El vecino incordio se caracteriza, en líneas generales, por su resistencia a estar de acuerdo con pagar, o con la obra de la escalera, o con poner portero automático... "Siempre hay uno", resume lldefonso Martín, secretario técnico del citado colegio, organizador, junto al Ayuntamiento, de unas jornadas sobre comunidades de vecinos que se han celebrado esta semana. Pero contra el vecino incordio hay tácticas.El moroso. Para el que no paga sólo cabe una actuación: ir a juicio. Pero, ojo, los expertos avisan: es mejor acudir cuando el moroso debe más de 85.000 pesetas. Así, el juez podrá imputarle las costas del juicio. Si es menos dinero, el moroso tendrá que abonar lo que debe, pero nunca los procuradores o abogados que la comunidad de vecinos ha empleado para llevarle a juicio. Por cierto, contra el moroso no procede cortar el agua o la electricidad: es ilegal.

El ascensor. En la finca hay una persona minusválida o anciana que quiere un ascensor. Aquí el vecino incordio lo tiene más difícil: basta que tres quintos de la comunidad esté de acuerdo para que todos tengan que pagar la instalación. Si no se llega a esa proporción, no hay nada que hacer, excepto abonar el ascensor en solitario, cosa que puede llegar a costar unos cuatro millones.

La casa del portero. Si la comunidad regenta la antigua casa del portero, pero ahí ya no vive nadie y se quiere vender, es necesaria la mayoría absoluta. Hecho calificado de "milagro" por Martín: "Nunca he conocido una comunidad de más de 15 vecinos que se pusiera de acuerdo para vender algo".

El patio. El patio es particular fuente de discusiones. Normalmente, si uno vive en el bajo y su cocina da al patio, debe soportar la basura que los de los pisos superiores arrojan por la ventana. Al del bajo le queda el recurso de denunciarlo al Ayuntamiento y que éste multe a todo el edificio, con lo que pagan justos por pecadores.

El presidente. La ley dice que la comunidad elegirá a un presidente. Y contra esto no queda más remedio que aceptar. Hay quien se resiste con este argumento contundente: "Bueno, seré presidente, pero no pienso hacer nada". Contra esta renuencia sólo cabe un recurso: denunciarle ante el juez por incumplimiento. "Esto sirve de poco", explica Martín. No siempre pasa que el elegido se resiste. En localidades como Majadahonda hay comunidades de 2.000 miembros. Desempeñar el cargo implica aquí manejar cierto poder. "He visto candidatos que hacen campaña; su hijo y su mujer se ponían en el portal repartiendo programas electorales: mejora de calefacción, menos gastos..", explica Martín.

El gas. Para cambiar la instalación de gas hace falta ahora, a la espera de que cambie la Ley de Propiedad Horizontal, unanimidad. Con lo que basta que un vecino se oponga para que se impida la instalación. Existe una manera de evitarlo: llegar a un acuerdo de tapadillo sin contar con el vecino incordio. Con todo, éste tiene 30 días para impugnar. Si lo hace, paraliza la operación.

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La escalera. Para renovar la escalera o el vestíbulo hace falta sólo mayoría simple. En este caso el vecino incordio no puede ejecutar su derecho al veto Pero se han dado casos de ejercer el derecho al pataleo: en algunas comunidades de vecinos se ha boicoteado las obras, rompiendo por la noche lo que se construye por la mañana o "poniendo pintadas en las paredes", cuenta Martín.

El portero automático. Uno puede negarse a pagar su parte de la obra de instalación de portero automático siempre y cuando ésta cueste más que el monto total de la contribución mensual de los vecinos. Eso sí: en este caso, el portero automático se pondrá sin que el remiso quede conectado.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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