Vialli, el goleador-entrenador
El italiano del Chelsea comienza su aventura derrotando al Arsenal
Gianluca Vialli era el goleador del Chelsea cuando fue nombrado entrenador, la semana pasada. El martes, el iracundo director general del club más tory de Londres, Ken Bates, fulminó a un icono del fútbol holandés, el también vanidoso Rudd Gullit. Lo despidió de su puesto de entrenador-jugador y su lugar lo pasó a ocupar el italiano más popular de la hinchada de Stamford Bridge, -Cabeza de bofetada para sus compañeros, por su cráneo afeitado-, el ex delantero del Juventus, el Sampdoria y el Cremonese, el hijo de un millonario que siempre dijo ser "un muchacho más": Gianluca Vialli. El nuevo entrenador se estrenó ayer contra el Arsenal en la Copa de la Liga, y su primer partido no pudo ser más glorioso. El Chelsea goleó por 3-1 y superó una semifinal que se le pronosticaba negra con un 2-0 en la ida. En la final se encontrará a un viejo conocido, el Middlesbrouhg, al que derrotó el año pasado coronándose campeón. Vialli comienza con fortunna su nueva aventura. Y eso que Fabio Capello no fue amable con él al afirmar que le daría la misma confianza que "un aprendiz a los mandos de un fórmula 1". Lo que Capello no consideró es que Vialli, como sus antecesores Gullit y Glenn Hoddle, tiene en el segundo entrenador, Graham Rix, al verdadero cerebro futbolístico del equipo. "Con Gullit era Rix el que daba casi todas las indicaciones tácticas", afirma el centrocampista del Chelsea, Gustavo Poyet. Con el respaldo de Rix y una tranquila posición en el segundo puesto de la Premier League, Vialli no tuvo ningún problema en asumir su nuevo papel. Al conocer su despido, Gullit se mostró perplejo. Frente a las cámaras, dramatizó con todo su atractivo el papel de hombre traicionado. Insinuó conspiraciones y en la plantilla surgieron dos sospechosos: Vialli y el mediapunta de la selección azurra, Gianfranco Zola. La pareja italiana era víctima de las rotaciones de jugadores que practicaba Gullit, un técnico con pocos titulares fijos. Vialli ha sido titular sólo en ocho partidos esta temporada, y Zola ha calentado el banquillo después de haber sido nombrado mejor jugador del año en la Premier League la pasada campaña.Gullit solía hacer los cambios sin dar explicaciones a sus jugadores. Tampoco se las dio a Vialli, que nada más asumir el cargo lanzó un mensaje que sonó a reproche tras la vendetta: dijo que quería ser más respetuoso con los jugadores. "Quiero mejorar la comunicación, ser abierto, honrado, duro si es preciso, es la mejor manera de tener una buena relación. Si tomo una decisión quiero explicar el porqué".Gustavo Poyet afirma sin dudarlo que "Gullit no fue despedido por tener malas relaciones con la plantilla". Pero su carácter altivo chocó con la fuerte personalidad de Vialli, otra estrella mediática, un delantero tosco que refinó su disparo en la Juve de Marcello Lippi, que decía de él que era "como un director técnico en el campo de juego, un hombre que le prestaba un gran servicio". Llamar a Lippi y aumentar las horas de entrenamiento fue lo primero que hizo Vialli al conocer su nombramiento, además de subrayar que si tomaba una decisión no dudaría en dar explicaciones al jugador afectado.
Pero a Poyet la experiencia le hace ser escéptico: "Yo tenía entrenadores a los que gustaba dar explicaciones por todo, y a veces, no me convencían, y otros no me decían nada y me molestaba: si un futbolista no juega no le gusta nada".
Vialli era el bromista del grupo, el Ioco", el de los chistes groseros y el calor mediterráneo. Llegó al Chelsea en 1996 recomendado por Gullit. Desde ayer el recomendado sustituye a su promotor con ánimos de ser "un muchacho más". "Si es por eso", opina Poyet, "supongo que los entrenamientos van a ser divertidísimos, pero ahora tiene que dar órdenes y ser uno más se le hará cada día más dificil".
En los últimos días estallaron rumores sobre malas relaciones entre los jugadores y Gullit. Poyet los rechazó con sorpresa: "Nunca nadie se quejó, es más, Gullit era mucho mas simpático y abierto de lo que se dice". Pero admite que el caso de los italianos es diferente: la suplencia los tenía a mal traer. Precisamente ayer ante el Arsenal, Vialli se quitó las ganas de jugar incluyéndose en el once inicial. Jugó 80 minutos y aunque no metió ningún gol, tampoco tuvo que dar explicaciones a nadie.
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