_
_
_
_
_

El Rey rinde homenaje en Filipinas a los españoles muertos en la batalla de Cavite

ENVIADO ESPECIALLa corona de flores dibujó un limpio arco y cayó en aguas de la bahía de Manila en cuyo fondo reposan decenas de marineros españoles. Un clarín tocó a oración y se escucharon salvas de ordenanza. Cien años después, un Rey de España había navegado hasta el lugar de la batalla para rendir homenaje a los oficiales y marineros españoles y filipinos que aguardaron el encuentro con la escuadra norteamericana frente a Cavite, sabiendo que sólo les esperaba la muerte. "Rebajar nuestro pasado sería renunciar a lo mejor de nosotros mismos", afirmaría después Don Juan Carlos en un acto conmemorativo del centenario del 98.

La memoria del desastre que supuso en la conciencia nacional la pérdida de los territorios de ultramar -Filipinas, Cuba y Puerto Rico- palpita en esta visita de los Reyes a Filipinas, que celebra este año su declaración de independencia que no conseguiría hasta 1946. "1898 fue el año de nuestro más evidente desencuentro y, sin embargo, hoy acudimos a recordarlo juntos. Entonces España tuvo que cerrar con dolor una etapa de su historia que había agotado sus posibilidades, y Filipinas tampoco obtuvo el resultado que buscaba y en el que creía, a pesar de los sacrificios que había derrochado para obtenerlo", dijo el Rey.El presidente filipino, Fidel Ramos, que asistía a la ceremonia, había rendido homenaje al valor de los españoles en una sencilla ceremonia celebrada a primera hora de la manaña en el cuartel general de la Marina, en la que se descubrió una placa en recuerdo a las muertos en la batalla de Cavite. Tras el acto, el Rey, en uniforme de verano de capitán general de la Armada, embarcó acompañado por Ramos en la corbeta Emilio Jacinto para realizar una ofrenda floral en aguas de la bahía de Manila, donde se dió el combate el 1 de mayo de 1898. Aquel día, una débil y obsoleta escuadra española al mando del almirante Patricio Montoro fue hundida en escasas horas por la escuadra norteamericana, cuya mayor potencia de fuego le permitió salir indemne del combate.

Barcos de la armada filipina, engalanados y con sus tripulaciones formadas en cubierta, cubrían la travesía hasta la zona de combate, en el que murieron 176 marinos españoles y más de doscientos sufrieron graves heridas. El número de filipinos que se hundieron con los barcos españoles es desconocido. Dos helicópteros de la Armada filipina sobrevolaron la ceremonia para arrojar petálos de rosa sobre las aguas de la bahía.

El Rey señaló en el Centro Cultural de Filipinas que de la vivencia del desastre del 98 "surgió al mismo tiempo un renovador impulso regenerador que empujó el proyecto de modernización de la sociedad española".

Don Juan Carlos impuso al presidente Fidel Ramos el gran collar de la Orden de Carlos III, la máxima condecoración civil española.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_