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Perdonar y pedir perdón

1. El mensaje de perdón y reconciliación ejercido por Jesucristo y entregado como testamento a sus discípulos es misión que la Iglesia ha de anunciar y llevar a cabo en toda circunstancia. Pero hay momentos en la vida de las personas, de los pueblos y de la misma Iglesia en donde la reconciliación se hace más necesaria y urgente. Por eso, al recordar tomas abusivas de poder, opciones indebidas o luchas fratricidas en las que estuvo ausente la misericordia es necesario hacer un examen colectivo de conciencia para pedir perdón. En lo tocante a la Iglesia, cuando queda implicada en actitudes antievangélicas, como en la guerra civil y en la dictadura franquista, "tiene la obligación de pedir perdón y", por supuesto, "de perdonar". Los cristianos son, según san Pablo, "embajadores de reconciliación" a los que se les ha confiado un mensaje: "¡Dejaos reconciliar por Dios!" (2 Cor, 5, 19-21). Mediante la reconciliación, "la Iglesia se renueva continuamente" (sínodo sobre la penitencia, 1984).2. La Iglesia católica, a partir de Juan XXIII y del Vaticano II, ha expresado en diferentes ocasiones peticiones públicas de perdón por hechos pasados que dividieron a la cristiandad o propiciaron el dominio de unos pueblos sobre otros, de unas clases sociales sobre otras, de una raza sobre las demás o del varón sobre la mujer. Juan XXIII se propuso reconciliar a la Iglesia católica con las otras Iglesias y con el mundo en el Vaticano II. Pablo VI pidió perdón por las ofensas que la Iglesia católica había cometido frente a las otras Iglesias y levantó la excomunión que pesaba sobre los ortodoxos desde 1054. Juan Pablo II ha reconocido los pecados históricos de Iglesia en múltipes ocasiones y repetidas veces ha pedido perdón. Recientemente rehabilitó a Lutero, en el quinto centenario de su nacimiento.

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Los tres papas mencionados han ejercido, pues, con magnanimidad el ministerio de la reconciliación: han perdonado y han pedido perdón. Recordemos que no sólo "hay pecadores en la Iglesia", sino que "la Iglesia es de pecadores". Algunos, no sin razón, van más lejos y aceptan una "Iglesia pecadora".

3. En la asamblea conjunta de obispos-sacerdotes celebrada en Madrid del 13 al 18 de septiembre de 1971 hubo una propuesta de votación que decía: "Reconocemos humildemente y pedimos perdón porque no siempre supimos ser ministros de reconciliación en el seno del pueblo, dividido por una guerra entre hermanos". Hubo 123 votos a favor y 113 en contra, además de 10 en blanco. Al no alcanzar la cifra de dos tercios de la asamblea, la propuesta no fue aceptada oficialmente. "Algunas voces pedían [transcriben las actas] que, junto a la petición colectiva de perdón, se añadiera el reconocimiento del heroico sacrificio de muchos miles de presbíteros y fieles que murieron pacíficamente queriendo que su sacrificio fuera semilla de reconciliación" (página 161).

4. En la Iglesia católica española hay dos efemérides recientes que pudieron ser ocasión propicia para una revisión de su comportamiento como institución: el 50º aniversario de la terminación de la guerra civil (1989) y el quinto centenario del descubrimiento de América (1992). En ninguna de estas ocasiones se hizo nada. Ante el milenio que se acerca -y aceptando las sugerencias de Juan Pablo II en su carta Hacia el tercer milenio, de que las Iglesias locales revisen sus conductas mediante un examen de conciencia, es posible y necesario pedir perdón por los errores, desvíos y pecados de la Iglesia católica en España, especialmente por su comportamiento en la guerra civil y en la dictadura franquista. "Reconocer los fracasos de ayer", dice Juan Pablo II en la carta antes citada, "es un acto de lealtad y valentía que nos ayuda a fortalecer nuestra fe y nos capacita y dispone para hacer frente a las tentaciones y dificultades de hoy". Ayudan a pedir perdón las conductas ejemplares de algunas Iglesias hermanas, como la francesa al reconocer su silencio en la persecución de los judíos en la Segunda Guerra Mundial, en relación con el holocausto. Afirma el cardenal Ratzinger: "Debemos ser conscientes de las tentaciones de la Iglesia, en cuanto institución, de convertirse en un Estado que persigue enemigos. La Iglesia no debe hacer mártires. Quiere ser Iglesia de mártires".

A las puertas del tercer milenio nos encontramos en un momento propicio para que la Iglesia española haga una revisión de sus errores, desviaciones y pecados de cara a la sociedad y pidan perdón. Deben también perdonar los agravios recibidos.

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Pero las manifestaciones de la Iglesia católica española con ocasión de las beatificaciones de mártires de la guerra civil, según las cuales perdona a sus perseguidores, parecerían más sinceras a los ojos del pueblo si, a la vez, pidiéramos perdón por la parte de culpa que tuvimos en aquel enfrentamiento y expresáramos el firme propósito de no repetir en el futuro los mismos errores.

Casiano Floristán es catedrático emérito de la Universidad Pontificia de Salamanca. Apoyan este documento los siguientes miembros de la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII: Enrique Aguiló, Xavier Alegre, José Manuel Bernal, José María Bernal, Juan Bosch, José María Castillo, José Centeno, José María Díez Alegría, Alfonso Esponera, Juan Antonio Estrada, Benjamín Forcano, Manuel Fraijó, José Gómez Caffarena, José María González Ruiz, Julio Lois, Joan Llopis, Eduardo Malvido, Enrique Miret Magdalena, Albert Moliner, Jesús Peláez, Margarita Pintos, Federico Pastor, Alfredo Tamayo Ayesterán, Juan José Tamayo-Acosta, Rufino Velasco, José Vico, Evangelista Vilanova y Evaristo Villar

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