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Blair reabre la investigación sobre el 'Domingo Sangriento' que se produjo hace 26 años en el Ulster

La convicción de que es indispensable reparar afrentas para cerrar una de las más horribles heridas de la guerra en Irlanda del Norte impulsó ayer al primer ministro británico, Tony Blair, a lanzar una nueva investigación sobre el Domingo Sangriento, la matanza de 14 manifestantes nacionalistas irlandeses abatidos por tropas británicas en las calles de Londonderry en 1972. Tras una apasionada defensa de su política de transparencia, Blair anunció ante el Parlamento de Londres la creación, de un tribunal que, con nuevas pruebas a disposición del Gobierno laborista, probablemente refutará la teoría oficial sostenida durante 26 años de que los soldados abrieron fuego "en defensa propia".

Blair supeditó la petición formal de disculpas a los hallazgos de la nueva investigación.Pero el primer ministro fue enfático cuando declaró que la creación del tribunal, que por primera vez podría incluir a dos miembros de la Comonwealth, en un afán de darle a la pesquisa un tinte internacional, no está necesariamente ligada a sus esfuerzos por salvar el frágil proceso de paz que desde 1996 su Gobierno y el de Dublín patrocinan en el Ulster. Proclamó Blair que lo importante ahora es establecer la verdad.

Es precisamente ese propósito lo que a juicio de los numerosos protagonistas y víctimas del conflicto refleja una intención de tomar medidas capaces de inspirar confianza en las actuales negociaciones que nuevamente se tambalean por la renovada ola de violencia en el Ulster. "El Domingo Sangiento fue un día trágico Para todos. Ojalá no hubiese ocurrido. Nuestro propósito ahora es establecer la verdad y cerrar este doloroso capítulo de una vez por todas", dijo Blair. Los familiares de las víctimas se sienten reivindicados con esa declaración.

El 30 de enero de 1972, efectivos del Primer Regimiento de Paracaidistas del Ejército británico abrieron fuego contra una manifestación de aproximadamente 15.000 irlandeses que protestaban por la imposición, seis meses antes de leyes de emergencia que permitieron el encarcelamiento de 900 nacionalistas sin previo proceso legal. La primera investigación de esa matanza fue encargada por, el entonces primer ministro Edward Heath a Lord Widgery, el juez decano del Reino Unido (Chief Justice), cuyo veredicto exoneró al Ejército británico alegando que los soldados habían sido atacados "con balazos y bombas caseras". Curiosamente, su informe no contiene prueba alguna de que los manifestantes estaban armados.

El saldo de esa jornada fue trágico: 14 muertos. Cayeron desarmados. Nueve de ellos todavía no habían cumplido 25 años cuando Blair acababa de celebrar sus 20. El número de heridos de bala llegó a 19. El trauma psicológico para centenares de irlandeses les persigue hasta hoy. Pero el Domingo Sangriento (la matanza perpetrada también por jóvenes británicos uniformados y que tampoco pasaban de los 20 años de edad), marcó un hito en la larga y cruenta campaña por el Ulster ocupado por Inglaterra desde los tiempos de la dinastía Tudor. Fue ese baño de sangre y la magnitud de la brutalidad militar lo que a, juicio de muchos historiadores de la más longeva guerra europea de los tiempos modernos, empujó a no pocos jóvenes irlandeses a abrazar el violento dogma del IRA, el Ejército Republicano Irlandés.

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El plan de Blair fue aplaudido por un amplio espectro de los representantes de la a menudo traicionera política británica e irlandesa. Con reservas, en el caso de los conservadores: el actual líder de los tories, William Hague, que en 1972 se despedía de la adolescencia, se sumó a la idea de establecer la verdad de aquel fatídico domingo, pero advirtiendo que no cabía pedir perdón por la conducta de los militares. Hay que revisar los antecedentes de "la despiadada violencia" de los republicanos, dijo.Curiosamente, la más enérgica condena a la investigación partió de un prominente irlandés. David Trimble, el jefe del Partido Unionista Irlandés (UUP) dijo que Blair había sentado un peligroso precedente. Pidió una investigación paralela a lo que a su juicio son "las atrocidades del IRA".

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