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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Indignación

Por segunda vez en mi vida, la indignación me impulsa a enviar una carta a una sección de Cartas al Director. La anterior fue con motivo de las "jubilaciones" que pretendían asignarse nuestros representantes en las Cámaras, y en esta ocasión el impulso me lo proporciona el aumento de salario, lo llamen como lo llamen, de estos mismos señores.Pertenezco a un colectivo, el de los maestros, que continuamente tiene que escuchar expresiones como ¡qué bien vivís en la enseñanza!, ¡menudas vacaciones!, etcétera. Evidentemente, estos juicios son emitidos por personas más bien lejanas al mundo de los niños y, sobre todo, de los adolescentes. Los maestros y profesores vivimos sometidos a una constante presión. Como educadores, nuestra vida moral y social ha de ser irreprochable, nuestro aspecto exterior (vestido, cabello, etcétera) debe ser digno, y nuestra actitud debe invitar a la confianza de nuestros educandos manteniendo el respeto. Nuestra actividad laboral semanal oficialmente es de 25 horas lectivas y seis complementarias, pero lo cierto es que, las correcciones, preparación de clases, etcétera, nos ocupan en muchísimas ocasiones hasta altas horas de la noche, en detrimento de nuestra vida personal y familiar, y, lo más importante, nuestro trabajo, nuestra vocación, no nos permite "cerrar la puerta de la oficina" al término de la jornada laboral, puesto que los problemas de los alumnos, e incluso de sus familias, se vienen con nosotros a casa, llegando a desvelamos en ocasiones.

En suma, nuestra presión es tan alta porque estamos "trabajando" en un proyecto de hombre o mujer que determinará el futuro de nuestra sociedad, de nuestra nación. En cierta medida, este futuro está en nuestras manos. Los señores diputados alegan, entre otras razones, para justificar una subida salarial de un 20%, que así "se evitan tentaciones". En nuestro colectivo, cada vez es más alto el número de mujeres y más bajo el de hombres, no por motivos vocacionales, sino por motivos puramente económicos. Con nuestro salario se hace sumamente difícil llevar una vida digna en una ciudad como Madrid, y prácticamente imposible mantener una familia. Varias veces hemos visto "congelada" nuestra paga, y en el último convenio los sindicatos consideran un logro una subida del 2,5%. Además, la antigüedad, que constituía el único incentivo a lo largo de los años de docencia, nos ha sido definitivamente congelada a los "antiguos" y suprimida para los que se decidan a ejercer nuestra profesión de ahora en adelante. Comprenderá que algún educador sienta "tentación" de hacer dejación de sus responsabilidades.-

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