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El cerdo y la gallina

La Conferencia Nacional sobre el Empleo, los Salarlos y la Jornada Laboral [que hoy inicia sus sesiones en París] constituye, sin duda, un importante acontecimiento y una prueba decisiva para una posible renovación de las relaciones sociales en Francia. ¿Es necesario recordar, por ejemplo, que el éxito holandés en materia de crecimiento y de creación de empleo se debe, según la opinión de todos los especialistas, a la disposición al diálogo y a la capacidad de compromiso de los interlocutores sociales?Oigo ya a los escépticos hacer comentarios sobre la debilidad y la división de las organizaciones profesionales y sindicales francesas. Es un hecho por el que, desgraciadamente, demasiados Gobiernos tomaron partido en el pasado para organizar grandes ceremoniales sin contenido real o para servirse de un interlocutor para enfrentarse a los demás. En este juego, Francia pierde y los parados también.

El Gobierno ha preparado un sólido informe sobre los elementos básicos de la negociación que nos hace recordar los años gloriosos del Plan, cuando Jean Monnet o Pierre Massé ponían todas las cartas sobre la mesa. En aquel momento, el Plan significaba para todos los actores de la vida económica y social un ámbito privilegiado en que uno podía hacerse oír y donde se podían buscar, la mayoría de las veces de forma discreta, inicios de solución. Donde podía encontrarse, cuando había crisis serias como la gran huelga de los mineros de 1963, una salida positiva y pacífica a un conflicto grave y portador de riesgos. De este modo, cada organización se va a tener que enfrentar este mes a sus responsabilidades. Va a tener que dar explicaciones no sólo a aquellos a los que representa, sino también a la opinión pública, a poco que el Gobierno de muestras de determinación y franqueza.Y es en este punto donde interviene la fábula del cerdo y de la gallina, simpáticamente contada por Sergio D'Antoni, secretario general de la Confederación Italiana de Sindicatos Nacionales de Trabajadores (CISL), una de las grandes organizaciones sindicales italianas. La gallina le dice al cerdo: "¿Sabes? Podemos hacer cosas juntos". Y el cerdo le pregunta: ¿Pero qué?". La gallina le responde sin inmutarse: "Huevos con jamón". El cerdo se marcha perplejo y, de pronto, se da cuenta de que para realizar esta "acción conjunta" debe aceptar que le corten en lonchas. Con ello, este responsable sindical quiere decir que una buena negociación se basa en un toma y daca y, añade, en la capacidad de cada organización para exponerse en estos tiempos difíciles a la impopularidad, ya que hay que explicar las concesiones hechas y las exigencias de la solidaridad entre todos, entre los que tienen trabajo y los parados, entre las generaciones.

Para sostener razonablemente el crecimiento económico y conseguir a la vez una reducción de la jornada laboral que realmente provoque la creación de empleo, cada interlocutor debe emprender una revolución copernicana.La patronal debe aceptar el hecho fundamental de que el progreso técnico provoca una tendencia a la reducción de la jornada laboral. ¿Es necesario recordar que, desde hace 40 años, la producción en Europa se ha multiplicado por tres, con una reducción de la cantidad del trabajo de un 30%? Se trata, pues, de retomar ese rumbo, interrumpido hace 15 años, a través de una gestión más flexible de la organización interna del trabajo y de una apertura a los jóvenes que llaman a la puerta del mercado de trabajo, ofreciéndoles, si es preciso, una alternancia entre el trabajo y una formación que les permita adquirir todas las aptitudes necesarias. En cuanto a las organizaciones sindicales, deben aceptar que los dividendos de la productividad deben repartirse juiciosamente entre los asalariados, la financiación de la reducción de la jornada laboral y los beneficios, que siguen siendo necesarios para emprender nuevas inversiones.

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En resumen, hay un marco general sobre el que esperamos que los interlocutores sociales se pongan de acuerdo. Un marco en el que se desarrollarán unas negociaciones descentralizadas a nivel de las empresas, teniendo en cuenta la situación específica de cada una de ellas. En efecto, las modalidades y el ritmo de la reducción de la jornada laboral deberán diferenciarse en función de las necesidades de las empresas, de las diversas aspiraciones de los asalariados y de la posibilidad que se ofrezca a los trabajadores que hayan cotizado 40 años a la Seguridad Social de jubilarse o de trabajar media jornada, dejando con ello libre un puesto de trabajo para un joven o, de forma más general, para un parado.

Nada, pues, de grandes ceremoniales, pero tampoco nada de marchar marcando el paso a partir de una decisión venida de arriba. Si cada interlocutor se aparta de su rutina y de su lenguaje estereotipado, Francia podrá esperar dejar de ser el único país de la Unión Europea en el que el diálogo social resulta vacío e impotente.

El Gobierno, por su parte, debe velar para que los resultados globales permitan una buena combinación entre exportaciones, demanda interior e inversiones, para con ello sostener la expansión económica, reducir sensiblemente el paro y lanzarse a la conquista del futuro.

Jacques Delors ha sido presidente de la Comisión Europea de 1985 a 1994.

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