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EL ADIÓS A TERESA DE CALCUTA

Miembros de todas las religiones honran a la "santa de los pobres" en medio de un gran despliegue militar

La reina Sofía y otros representantes de Estados depositaron una corona junto al féretro de la madre Teresa

ENVIADO ESPECIAL La madre Teresa fue enterrada ayer en la sede central de las Misioneras de la Caridad en Calcuta, tras recibir el homenaje del Estado indio, la comunidad internacional y representantes de todas las confesiones en unas honras fúnebres con especial protagonismo del Ejército. La población de Calcuta, principal destinataria de su caridad y ayuda durante los últimos setenta años, hubo de limitarse a ver pasar el armón de artillería con su féretro por las calles. El cortejo se dirigió desde la iglesia de Santo Tomás, donde ha estado instalada su capilla ardiente desde que muriera el viernes de la pasada semana, hasta el estadio Netaji, donde se celebró el funeral ante más de 200 dignatarios y 5.000 personas, en su mayoría invitados.

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Durante el acto religioso, el secretario y enviado especial del papa Juan Pablo II, Angelo Sodano, así como el obispo de Calcuta, D'Souza, evocaron la vida y la labor de la madre Teresa y llamaron a seguir su ejemplo en la entrega a los más necesitados. Representantes de otras religiones, del hinduismo, del islam, de los sijs, del budismo y los farsis, rezaron según sus propios ritos y elogiaron la labor de la madre Teresa.Después del funeral, los altos dignatarios oficiales, entre ellos la reina Sofía, Fabiola de Bélgica, Noor de Jordania, Hillary Clinton, varios jefes de Estado, ministros y el presidente de la India, Narayanan, depositaron coronas de flores junto al féretro expuesto en el Palacio de Deportes. A continuación, el mismo cortejo, dirigido por un general y formado por ocho vehículos militares, volvió a recorrer en sentido contrario todo el trayecto a través del gran parque de Maidan para dirigirse a la Casa de la Madre.

A la ceremonia del sepelio sólo pudieron asistir las hermanas de la orden de la madre Teresa, obispos y algunos religiosos que fueron estrechos colaboradores de la fallecida. La población congregada para ver el cortejo no llegó probablemente a la cifra del millón hecha pública por el Gobierno indio, pero sí fueron en todo caso muchos cientos de miles. Muchos se habían congregado a lo largo del trayecto a primeras horas de la mañana y en parte procedían de puntos muy alejados de Calcuta.

Cordón de seguridad

Que la multitud asistente fuera menor de lo previsto obedecía según todos los indicios, a las intenciones de las autoridades organizadoras, del Ejército y de la propia Iglesia católica, que parecía compartir los temores a que se produjeran incidentes de orden público. El obispado de Calcuta había pedido públicamente, horas antes del funeral, que aquellas familias que tuvieran televisor abrieran sus casas a quienes carecen de él para compartir ante la pantalla la ceremonia y el recuerdo a la madre Teresa. Este obvio llamamiento a ver la ceremonia desde los hogares fue ampliamente seguido por la clase media de Calcuta.

No se produjeron incidentes de importancia, aunque durante más de veinte minutos, en el trayecto hacia el estadio, unos cientos de personas rompieron el cordón de seguridad de policía y Ejército y acompañaron corriendo el armón que llevaba el féretro antes de ser expulsados de la calzada por soldados con largos bastones.

La seguridad era la máxima prioridad, según venían manifestando desde hace días los organizadores civiles y militares del acto. Esto había generado ciertos roces con la Iglesia y ante todo con las Misioneras de la Caridad, que insistían en una mayor presencia en los actos de aquellos a los que la fundadora había dedicado su vida, es decir, los sectores más marginados de la sociedad, los más pobres, los tullidos, leprosos y otros enfermos.

Al final, tuvieron que contentarse con que, durante el funeral, un representante de cada uno de estos grupos hiciera una ofrenda simbólica a la madre Teresa. Además, era bien visible, por los saris blancos con ribete azul que tan famosos hizo la fundadora de la orden, la presencia de varios cientos de hermanas de la caridad llegadas de todos los centros con que cuenta en más de cien países en todo el mundo.

Cuando concluyó la ceremonia, organizadores del funeral oficial del Estado indio y autoridades religiosas no podían ocultar su alivio por el hecho de que no se produjeran incidentes. La Iglesia católica había despedido a quien ha sido su símbolo más popular junto al papa Juan Pablo II. El Estado, y en su nombre el Ejército, había homenajeado a quien con Mahatma Gandhi es ya hoy, en palabras del primer ministro Gujral, la mayor personalidad de la India moderna.

Tan sólo los más pobres entre el público en la calle expresaban ayer su temor a que, desaparecida la figura inigualable de la madre Teresa con su inmenso poder de persuasión y de recaudación de fondos para sus misiones, ellos ya no fueran a recibir en el futuro la ayuda que les prestaba.

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