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Tribuna
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Septiembre rojo

Antonio Elorza

Confortado por la visita de Ziugánov y tras impartir una sobria lección de derecho penal al Tribunal Supremo, Julio Anguita se encuentra en condiciones de imponer de una vez su ley en Izquierda Unida. Lo hará a partir del día 10, tratando de conjugar el viejo objetivo, la eliminación definitiva de Nueva Izquierda, con los de montar por fin la sucursal en Cataluña y de propiciar el fracaso de la estrategia unitaria de Esquerda Unida en Galicia. En principio, eran metas compatibles, partiendo de la presencia anunciada de líderes de IC y PDNI en la campana electoral gallega, buen pretexto para motivar la expulsión de los segundos y la declaración de incompatibilidad frente a Ribó, hoy por hoy enemigo público número uno. En cambio, no era previsible que Anguita llegase al punto de presentar candidatura propia en Galicia para sufrir un desastre inevitable en beneficio exclusivo de Fraga Iribarne. Además, será un gesto muy hostil hacia el PSOE de Almunia, con quien debiera preferir por el momento contemporizar mientras se sirve del hacha de puertas adentro. Lo más ajustado era limitarse a provocar el máximo de erosión apadrinando la escisión de sus fieles en EU-EG con la mirada puesta en el probable fracaso electoral del experimento unitario. Pero es claro que Anguita ha decidido acelerar la gran purga para mostrar, que en IU no cabe otra política que la dictada por él.El manual de comportamiento estaliniano, al que se estaban ajustando PCE e IU a lo largo de esta crisis, dictaría ahora una declaración de voluntad unitaria hacia el PSOE. La apertura de conversaciones segará la hierba bajo los pies de los críticos mientras se realiza la poda. A Almunia le tocaría callar, en tanto que Anguita intentará guardar las manos libres, incluso para echar todo por tierra cuando acabe con el problema interno. No digamos si tiene la fortuna de que una reforma del reglamento en el Congreso bloquee el eventual paso de diputados disidentes al grupo mixto. Además, especialmente en el tema de IC está en condiciones de jugar con el tiempo, un factor que también le favorece, como explicaba Alcaraz, en el calendario electoral. Por de pronto, puede estorbar en Galicia, luego reventar en Cataluña y, por fin, esperar que en tres años, si las elecciones no se adelantan, todo esté olvidado. Claro que lo mismo pensó la dirección del PCE en 1981 y unas elecciones anticipadas arruinaron la previsión.

De cara a la opinión pública, la explicación será que las sanciones se justifican por atenerse a las normas de democracia interna. Otra vez el manual, pues nada es más falso. Tenemos de un lado el castigo implacable al PDNI por la terrible infracción de ausentarse en el voto de la reforma laboral; de otro, en los casos catalán y gallego, el fomento por Anguita de una labor fraccional contra unas direcciones que actúan estatutariamente. Así que no es cuestión de legalidad, sino de obediencia al airado timonel. Iniciativa per Catalunya es de iure independiente, mas ha de votar lo que dice el jefe de IU; en otro caso, éste procede por las buenas a crear un vínculo con otro partido, el PCC, e impulsa la conversión de una minoría de IC en fracción secesionista. En Galicia, otro tanto. Toda una lección práctica de lo que Zdanek Mlynar, teórico de la Primavera de Praga, calificaba de gestión gansteril en el partido de tipo soviético.

En suma, de no existir un seguimiento ciego, el llamado coordinador desencadena cuando y como quiere una secuencia de destrucción, sanciones y previsibles expulsiones. Y como en el 68 de Praga, escenario reproducido aquí a modo de caricatura, la única concordia posible es la sumisión, disfrazada o no de normalización. No importa para Anguita el riesgo de que desaparezca la izquierda de su propia tradición en Cataluña. Prefiere unas siglas sobre unas ruinas, en tanto que el PCE mantenga un residuo de espacio electoral gracias a la máscara pluralista de IU. Para el momificado comunismo de siempre, el de Anguita y Monereo, Frutos y Alcaraz, es un rentable "reinar después de morir" que de paso sofoca toda perspectiva de izquierda democrática.

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