_
_
_
_
_
Tribuna:Relatos de verano
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La muchacha que pudo ser Emmanuelle (5)

La policía ya no es lo eraPor MANUEL VÁZQUEZ. MONTALBAN

EL INSPECTOR LIFANTE propone a Carvalho entrar en un bar-restaurante inequívocamente norteamericano pero que huele a sardinas a la plancha y en el que las gambas conservan las cabezas, inhabituales en cualquier establecimiento yanqui donde son decapitadas con nocturnidad.-¿Ha estado Vd. en Estados Unidos, Lifante?

-Hice un master sobre criminología en Atlanta.

-Se habrá fijado Vd. que en Estados Unidos los peces no tienen cabeza, ni las gambas.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

-Cierto.

-Una de dos, o utilizan las cabezas para la guerra bioquímica o les disgusta verle la cara a lo que se comen. Pudieran ser las dos cosas. Decía Vd. que la policía ha cambiado.

..Asiente Lifante y dedica a Carvalho una ráfaga de perspicacia ocular mientras le recuerda la circunstancia en que se conocieron. La investigación de los anónimos contra un delantero, centro.

-Vd. se sorprendió mucho de que yo fuera un experto en Semiología.

-Le confieso que me pareció.Vd. un policía postmoderno.

-¿Qué es eso?

No, tenía Carvalho muy claro el concepto depostmodernidad pero le sonaba que atribuido a un policía la postmodernidad también implicaba desideologización y deshistorificación. Vd. parece no tener ideología y no formar parte de la Historia. En efecto, se apuntó Lifante, Contreras, mi jefe entonces, estaba ideologizado, había hecho la guerra, la había ganado, había pertenecido a la Brigada Político Social, en parte porque bajo el franquismo era obligatorio pasar por esa prueba si querías hacer carrera en el Cuerpo General. Por eso no funcionaba bien la química entre Vd. y Contreras.

-Para mi jefe, Vd. olía a rojo. Yo en cambio detectaba sus señales. Vd. era un código de investigador privado curioso, obsoleto, acientífico, buscavidas.

-Digamos que he pasado de la antipatía política de Contreras al menosprecio científico de Vd.

-Vd. tiene intuición, supongo que la intuición le ha llevado a Dieste, en busca de ¿qué?

-De quién, yo siempre busco a alguien.

-Si me acompaña le facilitaré su trabajo.

Siguió a Lifante hasta el coche de policía donde les esperaba Dieste despotricando sobre el tiempo que le estaban haciendo perder.

-Al instituto.

El coche iba hacia el Instituto Municipal Forense como un asno por su ruta habitual, sin que el conductor pusiera el menor empeño. Dieste miraba de reojo a Carvalho y trataba de expresarle íntimos malos humores que el detective no podía descifrar, aunque se sentía responsable de algunos de los agravios del actor. Se le abrieron todas las puertas a Lifante hasta llegar a la sala revocada de azulejos grises sin cadáveres percibibles sobre las camillas, a la espera de que el encargado tirara del cajón ataúd y les ofreciera lo que llamó momia, después de enterarse que nadie de los recién llegados era pariente del difunto.

-Ahí va la momia ocho.

Y allí estaba una mujer de unos cuarenta años largos, mal vividos, peor muertos, limpias las sangres para que lucieran las carnes amalvadas por la muerte y protegidas por los panículos adiposos de las peores grasas. A veces las hendiduras de las celulitis del bajo vientre y los muslos se confundían con las de los navajazos.-¿Helga Singer? Preguntó Lifante a Dieste, pero ni de los ojos ni de la boca del actor salía respuesta alguna.

-¿Al menos le recuerda a Helga Singer?

-Sí. Los rasgos pudieran ser de ella. Pero esto es un monstruo, no es la Helga que yo vi hasta hace unos cinco, seis años.

-Más conocida por Palita, el nombre que le daban los compadres de la vagabundería. ¿Buscaba Vd. a Helga Singer?

Ahora la pregunta se dirigía a Carvalho.

-Buscaba a la muchacha que pudo ser Emmanuelle.

Se encogió de hombros Lifante y se paso el tramo que les separaba del coche policial informando sobre el proceso técnico a seguir, la búsqueda documental de identificación del cadáver o a través del ADN. El policía auxiliar asentía como tomando apuntes mentales. ¿Tenía algún familiar aquí? Dieste no lo sabía. Carvalho sí, pero nada dijo.

-Puertas abiertas. Si quieren les permito ver el interrogatorio de una serie de vagabundos que hemos convocado en Jefatura.

Dieste renunció. Carvalho entró en la Jefatura Superior con la renovada inquietud de sus años adolescentes, los de las primeras detenciones por manifestaciones universitarias.

Había un muestrario de vagabundos, como si los hubieran contratado en una agencia, desde el parado con aspecto de oficinista que pedía para que sus hijos comieran, hasta la vieja coleccionista de cartones y de gatos, el adolescente sin otras piernas que las cuatro patas de un perrillo drogado, la gitana preñada con un bebé probablemente drogado con la misma substancia que el perro, el busca contenedores color de luna y el buscabasuras bronceado por el sol de los mejores vertederos.

-¿Alguno de Vds. conocía a Palita? ¿Alguno sabe cómo se llamaba en realidad Palita? -preguntó Lifante que se revolvió fríamente furioso hacia sus colaboradores- ¿Cómo es posible que no haya un censo de vagabundos?

-Cada día aparecen nuevos -contestó el experto.

-De todas las edades -corroboró otro.- En este país, la única propiedad pública que va a quedar va a ser la mendicidad -dijo Lifante- ¿No conocían a Palita?

Dio una orden. Se apagaron las luces, y sobre la pared en blanco sucio del despacho se proyectó el rostro del cadáver abotargado por el miedo a la muerte, por la muerte misma. En plena proyección se oyó la voz anónima de un mendigo.

-Si enseñaran el coño la reconocería. Conozco los coños de todas las mendigas de la ciudad.-Tú mucho fardar y no te has bajado a un pilón en la vida.

-¿Cómo voy a bajarme a un pilón de vieja? ¿Cuándo has visto tú una vagabunda que te baje la cremallera de la bragueta sólo con mirártela?

-A mí me la chupan con sólo mirarlas.

Dejó Lifante que los vagabundos se desfogaran y se cernió sobre el que nada había dicho.

-¿Vd. cómo se llama?

-Cayetano.

-¿Conocía a Palita?

-No conocía a la que ha salido en la foto.

-Pero conocía a Palita.

-Es cosa personal.

Se le hincharon las venas del cuello a Lifante y con el asco en los dedos cogió la barbilla desafeitada de Cayetano y se la movió a derecha e izquierda.

-Tú, mamón, no tienes nada personal. Tú me cuentas lo que sepas de Palita o te quedas aquí siete días cagándote en los pantalones.

Reparó Lifante en que Carvalho presenciaba la escena y le dirigió una mirada conminatoria: Váyase. Carvalho se iba, pero notó que le seguían los pasos del inspector. Se volvió y allí estaba el rostro hierático, calvo, ovoide, al servicio de unos ojos escudriñadores.

-¿He herido su sensibilidad?

-Cuando me meto en un sitio como éste procuro perder la sensibilidad. Me ocurre lo mismo en los hospitales terminales y en la Morgue.

Se acercaba demasiado Lifante.

-Procure no cogerme por las solapas. Es el estilo Contreras.

-Aprenderá a respetarme sin que le coja por las solapas, sin que le eche el aliento. Puedo volverle loco. Puedo arruinarle. Sé cómo hacerlo, técnica y legalmente, sin violar la Constitución.

Saludó Carvalho y se fue rumiando la ratificación de su teoría sobre la cultura policial. Ni se crea ni se destruye, simplemente se transforma al servicio de la misma sospecha de que los paisanos han sido culpables o lo son o lo serán algún día. Al servicio del señor del Estado, sea el que sea, quiera lo que quiera. Así se lo resumió a Dorotea en un conciso informe telefónico.

-Doy el caso por terminado. Ya apareció Emmanuelle. ¿No es así?

-No se me pidió eso. Se me pidió que Vd. reconstruyera su largo viaje por España.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_