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Lo más indiscreto de mis escuchas

Relato de una de las perioristas espiadas por Fujimori

Eran las once de la mañana del pasado domingo cuando sonó el teléfono de mi casa. Me llamaba Enrique Zileri, director de la revista Caretas, el semanario de mayor influencia en Perú.-¿Has visto la denuncia de Contrapunto sobre la intercepción telefónica? -me preguntó.

-Sí, claro -le dije.

-Yo estaba preocupado. Pensé que no nos habían chuponeado (como se denomina en Perú a la práctica de pinchar teléfonos).

-Peor estoy yo, pues siento que estoy durmiendo con el enemigo -comenté refiriéndome a que en la lista no figuraba mi marido, Ricardo Uceda, jefe de la Unidad de Investigación de El Comercio y responsable de varios disgustos al Gobierno.

-Sí, pues -río Enrique- o estás en la lista o eres del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN) (a quien se atribuye la responsabilidad de la intercepción).

Más allá del cinismo que uno pueda tener en estos casos y de la repugnancia por haber visto violada mi intimidad, lo cierto es que la mayoría de periodistas suponíamos que nuestros teléfonos móviles y fijos eran escuchados en todo momento. De modo que no fue mayor sorpresa estar en la relación, como tampoco constituye un certificado de no intercepción el hecho de no figurar en la ya famosa lista dada a conocer por el programa Contrapunto que transmite todos los domingos la estación de televisión Frecuencia Latina.

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La mayoría de peruanos es consciente de que en Perú los servicios de inteligencia priorizan las escuchas a políticos de oposición, embajadores y a periodistas que incomodan al Gobierno con reportajes sobre corrupción o violaciones a los derechos humanos. Eventualmente, quienes podrían haber resultado los más sorprendidos serían algunos de los miembros del Gobierno -como el ministro de Salud, Marino Costa- y de la mayoría oficialista -el congresista Jorge Muñiz- al conocer que el SIN se enteraba de todo lo que decían.

En mi caso, lo que realmente me preocupó no fue la revelación de conversaciones personales, sino que una (o más) de mis fuentes de información podría ser descubierta si las conversaciones sostenidas telefónicamente con éstas eran reveladas.

Cuando me acerqué hasta Canal 2-Frecuencia Latina para escuchar el contenido de mis conversaciones, comprobé que lo único que había de indiscreto en mis escuchas era un comentario irónico sobre un ex jefe policial al que todos consideran una suerte de madre Teresa.

En una conversación con el periodista Iván García, director periodístico del noticiero de Frecuencia Latina, otro de los chuponeados, a pesar de disponer de un teléfono celular digital "de última generación" -como dice el comercial de Telefónica- imposible de ser interceptado, llegamos a la conclusión de la publicación de la resolución en la que se le suspendía la nacionalidad peruana al propietario de Frecuencia Latina, Baruch Ivcher, de origen israelí, el propietario de Frecuencia Latina, una hora después de terminada la emisión del programa Contrapunto, constituía el primer paso para arrebatarle el control de su televisión.

Iván me dijo que todos los periodistas de Frecuencia Latina habían decidido encerrarse en la sede de ese canal desde esa misma tarde. "De aquí sólo nos sacan con tanques", me aseguró. Y así lo han hecho. A ellos se han sumado dos de las cuatro hijas de Ivcher que han emplazado al presidente Alberto Fujimori para que le pida perdón a su padre.

Pero Fujimori, a pesar de atravesar por una de sus peores crisis, sigue en sus trece. Su popularidad sigue cayendo. Cinco ministros de su Gabinete han renunciado, entre ellos el de Relaciones Exteriores, Francisco Tudela, uno de los más carismáticos. Tal es la crisis que se ha visto obligado a que, en una ceremonia extraordinaria, los altos mandos de las Fuerzas Armadas y Policiales le reafirmen su lealtad, para demostrar que él es quien manda.

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