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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Felipe II

En relación a la reseña aparecida en el diario EL PAÍS del 14 de junio (suplemento Babelia), escrita por el historiador Hugh Thomas, sobre el libro Felipe de España (autor, H. Kamen; traducción de P. Escandón), querría exponer a los lectores de su periódico algunas consideraciones.Fue de cierto Felipe II un rey insólito, indeciso entre la grandeza imperial y el designio de desastre que al parecer le perseguía. No es discutible su personalidad contradictoria, tampoco las dimensiones descomunales de su imperio ni la tremenda tarea que implicaba su gobierno. Pero en lo que a su política interior se refiere, concretamente a la seguida con los súbditos del extinguido reino de Granada, me atrevo a calificarla de cruel y nefasta, nunca de efectiva, como dice el autor del artículo.Felipe II no mantuvo la actitud de enemigo respetuoso con la que su padre trataba a los últimos musulmanes de la Península, mucho menos el compromiso de vasallaje que concedieron mediante capitulaciones los Reyes Católicos. Obsesionado por el avance del imperio turco, acaso instado por obsesiones religiosas, acaso presionado por la ambición de la nobleza, se dispuso con total convencimiento a practicar lo que siglos después hemos convenido en llamar genocidio. Tras las duras imposiciones legales que hizo a la población morisca, tras la acción exacerbada e implacable de la Inquisición durante medio siglo, los seguidores del Profeta tuvieron que elegir entre la guerra o la aniquilación. Fue aquél un levantamiento perdido de antemano contra el que era el rey más poderoso de la Tierra, tres años de guerra civil conocida como "rebelión de los moriscos". Ni las forzadas conversiones al catolicismo ni las compras de privilegios pudieron disimularlo: deportaciones masivas a territorios baldíos, levas para ser vendidos como esclavos, matanzas acordadas, delaciones, hurtos, venganzas, convirtieron la región en un territorio, yermo y despoblado. Gran parte de la miseria que hemos sufrido en los siglos siguientes tiene que ver con las implacables formas utilizadas por el morador de El Escorial. A la ruina económica de las industrias y la agricultura se unió otra quizá más terrible: la ruina moral de una sociedad que tenía que justificar de algún modo la brutalidad empleada con los legítimos habitantes de, la región, y por qué razones habían cambiado de mano tantas posesiones y haciendas.Comprenderá Hugh Thomas, magnífico historiador a quien admiro profundamente, la necesidad de esta carta.-

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