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Clinton convoca a luchar contra el racismo

Bill Clinton lanzó ayer un vibrante llamamiento a luchar contra el racismo y a practicar la generosidad con los inmigrantes en su discurso de toma de posesión por segunda vez consecutiva como presidente de Estados Unidos. Situándose en la posición de un líder centrista que considera que el Gobierno "no es ni el problema ni la solución" y que desea la colaboración entre los demócratas y los republicanos, Clinton proclamó que EE UU, "la tierra de la Nueva Promesa", está en excelentes condiciones para afrontar los retos del nuevo siglo y el nuevo milenio si adopta "un nuevo espíritu de comunidad".

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En las escaleras exteriores del Capitolio, acompañado por su esposa Hillary y su hija Chelsea, en un día frío pero no tanto como podía temerse, con el sol y las nubes alternándose en el cielo de Washington, Clinton, con la mano izquierda puesta en la Biblia, pidió a Dios, como manda la tradición establecida por George Washington, que le ayude en su tarea de "preservar, proteger y defender" la Constitución de EE UU. A continuación, el primer demócrata que ocupa dos veces consecutivas la Casa Blanca desde los tiempos de Franklin D. Roosevelt, trazó en un discurso de unos 25 minutos las líneas generales de su segundo mandato.

Clinton, de 50 años, rindió homenaje a Martin Luther King, cuya fiesta anual también se celebraba ayer; calificó al racismo como "la constante maldición de Estados Unidos", y recordó que "cada nueva ola de inmigrantes, ha dado nuevos objetivos a los viejos prejuicios". Esos prejuicios, "anclados en las lejanas regiones del alma", deben ser sustituidos, según el presidente, "por el espíritu generoso de un pueblo que se siente en casa con los demás", un pueblo que sabe que su "rica textura de diversidad racial, religiosa y política" es "un regalo de Dios".

Como ya hiciera en su campaña electoral, Clinton pidió a sus compatriotas un esfuerzo para trabajar unidos en la construcción del "puente hacia el siglo XXI". Y reiteró que la nación tiene suficientes recursos humanos y materiales para afrontar los retos de la mundialización de la economía y el advenimiento de la era de la informática. Citando como ventajas nacionales la fortaleza de la democracia, el buen estado de la economía, el descenso de la delincuencia, la mejora en la protección del medio ambiente, la generalización de Internet y la diversidad humana, Clinton le dio nuevo brillo al optimismo norteamericano.

Distanciándose tanto de la tradicional posición demócrata desde la era de Franklin D. Roosevelt de incrementar la dimensión y las competencias del Gobierno federal como del ideario antigubernamental insuflado por Ronald Reagan a los republicanos, Clinton aseguró que "el Gobierno no es ni el problema ni la solución". La Administración central, señaló, no debe ser gigantesca ni raquítica, y su tarea no debe consistir en "solucionar todos los problemas" de los ciudadanos, sino en darles las "herramientas" para que ellos mismos los resuelvan. Entre esas "herramientas" colocó en un primer plano la educación.

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Clinton apenas hizo referencias concretas a la política internacional, pero calificó a EE UU de "la nación indispensable del mundo". Recordó que el siglo XX ha sido el "siglo americano" y que en su transcurso EE UU ha desempeñado un papel decisivo en la victoria de las democracias en las dos guerras mundiales y en la derrota del comunismo en la guerra fría, y expresó su convicción de que, en la próxima centuria, "la mayor democracia del mundo liderará un mundo de democracias".

Poco antes de la ceremonia de toma de posesión del presidente y del vicepresidente, Al Gore, Madeleine Albright, la persona elegida por Clinton para dirigir su política exterior en los próximos cuatro años, había recibido la luz verde del Comité de Asuntos Exteriores del Senado. La expansión de la OTAN a Europa del Este, el mantenimiento de buenas relaciones con Rusia, la adopción por parte de China de las normas internacionales de buena conducta y la culminación del proceso de paz en Oriente Próximo, son los principales deberes de la mujer que más lejos ha llegado en la jerarquía política norteamericana.

Diversos analistas estadounidenses señalaban ayer que Clinton intenta adoptar como modelo para su segundo y último mandato a Theodore Roosevelt, el heterodoxo republicano que ha pasado a la historia de EE UU como un gran presidente, pese a no haber tenido que atravesar ni una guerra ni una crisis económica. Roosevelt lideró la transición de Estados Unidos desde el siglo XIX al XX mediante su conversión en un país industrial desde uno agrario y en una gran potencia mundial desde una tradición de aislacionismo. Para conseguir ser el nuevo Theodore, Clinton tendrá que superar los diversos escándalos que arrastra.

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