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Pública declaración de amor

Un empresario llena Moscú de vallas publicitarias para decir a su esposa "Yo te amo"

"la tebiá liubliú" ("Yo te amo"). Junto a esta inscripción, la foto de una hermosa mujer de intensos ojos azules. Este inmenso cartel se puede ver en las grandes avenidas de Moscú de un tiempo a esta parte. En vano la gente ha esperado la continuación de la publicidad: todos los que en un principio pensaron que se trataba de un truco para promocionar, por ejemplo, algún nuevo perfume en el codiciado mercado ruso se equivocaron rotundamente. Nada de eso, el cartel es sólo lo que dice: una declaración de amor.El enamorado es un floreciente empresario moscovita de 30 años de edad que se gastó varios millones de pesetas en ese cartel que prolifera hoy en las calles de la capital rusa. No se trata de una nueva pasión tempestuosa de Sharápov: la hermosa mujer de ojos azules y pelo negro que nos mira desde la gran foto es su esposa, Svetlana, con quien tiene un hijo, Denis, de cuatro años. `

"Cuando andas por Moscú hay muchas cosas que te irritan. Además, siempre están tratando de venderte algo. Yo, como comerciante que soy, lo entiendo, pero la verdad es que te cansas. Así es que quise darme un descanso a mí mismo y a la gente, darles algo que fuera agradable. Lo que hice fue compartir mis sentimientos y hacerle un regalo a Svetlana, como quien regala rosas", explica Sharápov en una entrevista con el semanario ruso Kommersant.

Svetlana, a petición de Alexandr, abandonó su carrera profesional de fotomodelo después de casarse con él, hace cinco años. Hoy, a los 28 años de edad, su marido le ha dado la oportunidad de volver a su profesión. El éxito fue inmediato: Svetlana ha sido elegida "rostro videopublicitario del año" en el VI Festival Internacional de Publicidad de Moscú, pero no por el cartel (vallas publicitarias) de amor, sino gracias a un vídeo sobre el calzado que comercializa la firma Vena Moda Austria, es decir, su marido.

El gesto de Alexandr Sharápov de declarar públicamente su amor es un reflejo del carácter ruso, ese carácter tan típico de los mercaderes y ricachones de la época zarista, que en sus fiestas rompían las copas de cristal después de cada trago de vodka y despilfarraban el dinero -a veces toda su fortuna- en el juego o en gestos bonitos".

Muchos dudan de que Alexandr se haya gastado tanto dinero sin ninguna segunda intención. "La gente no se lo cree, no puede imaginar que es simplemente un gesto salido del corazón", reconoce Svetlana. Alexandr es consciente de ello, y por lo mismo está decidido a demostrar que los incredulos se equivocan. Prepara ahora otra sorpresa, que por el momento guarda en secreto. "Quiero que la gente comprenda que, aunque el comercio es el comercio, el alma rusa no es un concepto vacío", dice Alexandr.

Los nuevos rusos -esa categoría de gente que se ha hecho multimillonaria de la noche a la mañana después de la desintegración de la URSS y que en la mente popular está indisolublemente unida a las mafias, el robo y la corrupción- retoman hoy las antiguas tradiciones y emulan a los mercaderes de la época zarista en el arte de gozar de la vida y despilfarrar dinero.

Esto es algo ya demostrado por diferentes estadísticas. No es un secreto que los rusos son los clientes preferidos en muchos balnearios, ya que gastan más que el turista medio y son mucho más generosos a la hora de dar propinas. Las historias sobre las sumas que pierden en los casinos también están haciendo ya leyenda. Al nuevo ruso le gusta demostrar que es muy rico, y por eso compra lo mejor y lo más caro. Así, según informó la agencia Itar-Tass a principios de mes, en los últimos dos años, los rusos han comprado más automóviles de categoría superlujosa que todo el resto de Europa en los últimos 11 años.

Entre los nuevos rusos millonarios, el más famoso es VIadímir Brintsálov, diputado al Parlamento ruso que presentó su candidatura en las pasadas elecciones presidenciales. Dueño de la empresa farmacéutica Ferein, le gusta vanagloriarse de cuánto vale lo que lleva puesto. Por ejemplo, durante la campaña electoral, mostraba sus zapatos -ponía a pierna izquierda sobre la mesa- y aseguraba que eran de piel de cocodrilo y que costaban más de 600.000 pesetas.

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