_
_
_
_

A la vejez, pisito

200 jubilados compran cada semana las casas sociales en las que viven hace décadas

Primero firmaron los papeles de la pensión. Ahora, las escrituras del piso social donde viven desde hace décadas. Todas las semanas, unos 200 jubilados acuden a las oficinas del Instituto de la Vivienda de Madrid (Ivima), de la Comunidad, para comprar las casas que les adjudicó en pleno franquismo, la Obra Sindical del Hogar. Son pisos por los que pagan desde entonces mensualidades en torno a las trescientas pesetas y que en cincuenta años pasarían a ser suyos. En la mayor parte de los casos no ha transcurrido el tiempo reglamentario para la compra, pero el Ivima ha comenzado a venderlos de forma anticipada. Las rentas son muy bajas y el instituto es quien debe hacerse cargo de las reparaciones, lo que es gravoso para las arcas públicas. Un centenar de estos inquilinos de avanzada edad pasaron ayer por la sede del Ivima, en la calle de la Basílica, en Tetuán, para firmar sus escrituras. Fueron citados a las nueve por error, pero el acto no empezó hasta una hora después. Tras una hora de espera, algunos estaban molestos. No era el caso de Francisca Diez, de 74 años, que madrugó por voluntad propia, ya que no había sido citada hasta media mañana.La espera le permite hilar la conversación. "Cuando a mí me concedieron el piso donde vivo, en Ciudad Lineal, se me abrió el cielo porque vivíamos en una chabola del barrio de Bilbao", explica esta viuda con dos hijos. Cree que ahora los jóvenes lo tienen más difícil. "Pero la verdad es que a mí me concedieron aquel piso porque era la asistenta de un jefe de la Obra Sindical. Si no, no sé si me lo hubieran dado", añade.La compra anticipada de una de estas viviendas cuesta entre las 300.000 y las 400.000 pesetas, según su tamaño y las mensualidades pendientes de amortizar. Para juntarlas, Francisca ha necesitado ayuda de sus hijos. "Es mi casa y no me planteo venderla, viviré yo y, si lo necesitan, alguno de mis chicos", explica.

Andrea, de 78 años, recuerda bien el alivio que le supuso conseguir un piso público cuando, hace casi cuatro décadas, ella, su marido y sus cinco hijos carecían de techo. "Estábamos subarrendados, nos desahuciaron, dormimos varios días en un portal y, como eso no podía ser, me volví yo con mis chiquillos a Morón de la Frontera", explica esta sevillana. "Mi marido se quedó en Madrid y consiguió la casa a través de la empresa Calvo So telo, donde trabajaba. Eso hizo que pudiéramos volver", añade.El objetivo del Ivima es tener vendidas para finales de año 5.750 viviendas y ofertadas otras 2.250. Sus responsables aseguran tener ya 3.500 ofertadas y 2.000 vendidas. Es una forma de obtener ingresos, ya que el instituto no recibe ya subvenciones de la Comunidad. Dos veces por semana, los que fueron jóvenes solicitantes de vivienda pública y ahora son veteranos inquilinos copan el vestíbulo de este organismo oficial.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_