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Las caras de la congelación

Los empleados públicos cuentan en qué les afecta el veto estatal a la subida de sueldos

Antonio Jiménez Barca

La decisión del Gobierno de congelar el salario a los funcionarios este año propicia que en Madrid existan 200.000 quejas, una por cada empleado público que trabaja en la capital. Es decir, 200.000 pequeñas historias de pequeñas renuncias a lo largo de todo un año. De estos funcionarios, 20.000 trabajan en el Ayuntamiento, 30.000 en la Comunidad -los más afortunados dentro de lo que cabe ya que Ruiz-Gallardón ha decidido subir el sueldo a 2.000 de ellos-, y el resto en la Administración central. Los que más sentirán esta congelación son los funcionarios de categorías más bajas en el -escalafón ministerial, los que cobran menos los protagonistas de las historias con menos números en la nómina.

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Esperando que baje el interés. Miguel Ángel González, de 28 años, cobra 125.000 pesetas por trabajar en el Instituto Geográfico, en los talleres de impresión. Uno de sus compañeros, antes de que hable Miguel Ángel, mete baza: "Que quede claro que no todos los funcionarios llevamos camisa y corbata; aquí estamos, con el mono azul".Con el mono puesto, pues, Miguel Ángel cuenta su caso: "Estoy casado y tengo que pagar una letra de un piso de 100.000 pesetas que tenemos en Alcorcón; hace dos años que a mi mujer la echaron de su trabajo y desde entonces tenemos que hacer frente al pago sólo con mi sueldo".

La cuestión se impone: "¿Cómo?". "Pues gorroneando de los padres; cuando, van al supermercado, nos compran algo para nosotros; los fines de semana, vamos a comer a su casa. Y luego, no gastamos ni un solo duro. Si hace buen tiempo, salimos a pasear, y si hace malo, nos quedamos en casa tapados con una manta, para controlar el gasto de la calefacción". Miguel Angel lo tiene muy claro cuando le comentan el hecho de que su sueldo no va a subir este año. "Es sentir aún más impotencia, ver que no hay manera de salir de esta especie de maldito círculo cerrado en que estamos metidos. Mi única esperanza, ya que no me suben el sueldo, es que el interés del banco baje y tengamos que pagar menos al mes". Si se le pregunta a este funcionario, propietario de un coche pero habitual del transporte público dado el precio de la gasolina, por qué no vende su vivienda y se va de alquiler responde: "Lo hemos pensado, pero, joder, nos apetece tener algo nuestro".ç

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Mirando las ofertas. Mercedes Ramírez trabaja de ordenanza en un ministerio. Su labor consiste en llevar cartas y recados de ocho de la mañana a tres de la tarde. A sus 40 años cobra 90.000 pesetas de sueldo, y tiene que sacar adelante con esto más una pensión de viudedad de 20.000 pesetas a tres hijos, de 19, de 17 y de 15 años. Los dos primeros, tras haber terminado Formación Profesional, buscan trabajo. Pero no encuentran nada. Cuando se enteró de que el Gobierno central no iba a subir ni una peseta su sueldo este año, Mercedes recurrió aún con más ahínco a la solución que lleva practicando durante mucho tiempo en el mercado: apelar a todas las ofertas, a todas las rebajas."Desde que me dijeron que no nos iban a subir nada busco en todos los anuncios, en los de detergentes, en los de ropa, en todos. Además, tendré que ponerme a buscar un trabajo por la tarde, de lo que sea", se queja. "Menos mal que, por lo menos, nosotros no pagamos dinero de alquiler porque hace años la Comunidad de Madrid nos expropió el piso y nos dieron uno barato del IVIMA (Instituto de la Vivienda de Madrid) que, sino, no sé que haríamos...

OPERARIO

"¿De dónde recorto?" La obsesión de Carlos Aguilera, de 37 años, un funcionario medio, que cobra 130.000 pesetas al mes es descubrir de dónde demonios recortar. "Con lo que gano nos llega para vivir al día mi mujer, mis dos hijos, de dos y siete años, y yo. Y si el año pasado ya no sabíamos de dónde recortar, ahora, con la maldita congelación, ya sí que es imposible", se lamenta. "Piensas de qué más vas a prescindir y te indigna. Porque las posibilidades de ascender o de promocionarte son muy escasas porque todos los puestos están ocupados. La única esperanza es que te suban 5.000 pesetas al mes y ni eso, porque este año no lo tendremos". Aguilera, compañero de Miguel Ángel González en los talleres de impresión del Instituto Geográfico, relata cómo desde hace muchos años no sabe lo que es irse a la playa de vacaciones: "Vamos al pueblo de mis suegros, en Burgos, y gracias. Y La de años que nos queda de ir ...".

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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