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Votos

Rosa Montero

Emociona esa foto de la cola de votantes bosnios publicada el domingo. Envejecidas campesinas con el pañuelito a la cabeza, bocas ajadas que el dolor ha apretado, Ojos desorbitados por la enormidad de todo lo que han visto. Y sin embargo ahí están, haciendo cola. La mujer mayor apoya su mano en el hombro del hombre, quizá su marido, que está delante de ella. De qué atrocidad habrán salido, qué. insufribles memorias les perseguirán de madrugada. Y sin embargo ahí están, haciendo cola. Algunos han regresado por unas horas a los pueblos natales de los que fueron arroIlados a culatazos, y se han enfrentado nuevamente con los violadores de sus hijas y los torturadores de sus maridos. Y todo para meter un trozo de papel en una urna.Dentro de las infinitas brutalidades de las que es capaz el ser humano, el nacionalismo salvaje debe de ser una de las más abyectas. Y la más imbécil: no sé cómo uno se puede enorgullecer, como si fuera un logro propio, del ciego azar de haber nacido a este lado o al otro de una raya. Esta irrelevante casualidad genética justificará sus atropellos: niñas degolladas, ancianos mutilados. De esa negrura indescriptible salen los votantes de Bosnia. Y sin embargo ahí están, haciendo cola.

Hay algo profundamente conmovedor en el afán de civilidad que muestran, en el intento de oponer una humilde papeleta a las armas y el furor. Lo mejor de los humanos se construye sobre la nada, sobre el deseo de entendernos y las convenciones sociales con que regulamos ese deseo. Una papeleta es en realidad muy poca cosa, sólo un acuerdo común, una especie de juego. Y sin embargo hay papeletas que han detenido tanques. No es fácil, desde luego: los votos de Bosnia han ido para los extremistas. Pero ahí estuvieron todos haciendo cola. Entre tanta desesperación hay esperanza.

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