_
_
_
_
_
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

El culto al cero

En EL PAÍS del 20-VII-96 leo que el Ministerio de Educación y Cultura va a armarnos otro centenario, esta vez sobre el Noventayocho, para el que ya se ha designado la "comisión", presidida por el propio ministro, doña Esperanza Aguirre, con sus vicepresidentes y vocales. En un artículo del mismo día veo que Javier Tusell se escandaliza de que alguien haya protestado de ello, exclamando: "¡hasta reprochar la conmeración del 98, una excelente ocasión de repensar España!". Pero ¡por los clavos de Cristo!, señor Tusell, ¿qué piensa usted que pueda querer decir "100" que no quieran decir "99" o "101"? Una actividad intelectual que se mueve de ese modo me da la imagen de un grupo de personas sentadas en la terraza de un café a ver pasar los ceros, para ponerse a discutir vivamente y aplaudir con fervor a cada nuevo cero que aparece, y volver a sumirse, una vez pasada tan excitante elipse, en la abulia y el silencio. Al funesto nominalismo histórico imperante le da por fetichizar la palabra precisamente en los únicos casos en que, como éste de la convención de los sistemas numéricos (que, como Tusell sabrá mejor que yo, no en todas las culturas ha sido de base 10), sería perfectamente válido decir universalia sunt nomina. Unas veces se trata de los ceros de las propias efemérides históricas, como ésta del 98, otras, de los del mero calendario en sí, como en la oligofrénica expectación ante el magno advenimiento del siglo XXI, respecto del cual, por añadidura, el fetichismo se muestra tan estólido que ni siquiera respeta la mera racionalidad aritmética, dado que lo va a celebrar el 1 de enero del año 2000, cuando en rigor no empieza hasta el del 2001. Volviendo al centenario del 98, ¿es que no hemos tenido ya bastante con el Quinto Centenario para la difusión de la incultura nacional y la analfabetización de los españoles? Pero, sobre todo, ¿cómo no ve Javier Tusell que estos tinglados se organizan exclusivamente para el meritoriaje de los funcionarios públicos, empezando por los propios ministros, siempre afanosos de "apuntarse tantos"? Si se Pasa a la página siguiente Viene de la página anterior produce, efectivamente, un cierto impulso para los estudios y las publicaciones sobre el cero en cuestión, el oportunismo publicitario y económico de un sinnúmero de confituras improvisadas ad hoc para la fiesta no puede garantizar sino la baja calidad promedio de las aportaciones, rebozadas, además, en los halagos y las oficiosidades del destructivo ceremonial de los "actos" (¡50.000 se proyectaron para lo de Sevilla!) y las exposiciones exudados en noches de delirio por ingenios funcionariales recalentados y exprimidos en las angustias del meritoriaje.Pero, además, los tremendos dinerales que se van a tirar en fuegos de artificio para esta nueva adoración del cero habrían podido tener menos dañina y más honrosa aplicación de no haberle ganado la industria editorial privada definitivamente la partida a las publicaciones del Estado, que es como si éste le hubiese concedido a aquélla la exclusiva de los derechos de explotación sobre todo el subsuelo mineral de lo publicable. De modo que la empresa editorial privada ha logrado vetar, en nombre de hipotéticos intereses, cualquier iniciativa del Estado para publicar cosas que, al margen de su rentabilidad, pudiese considerar de interés público, porque las editoriales privadas le dicen: "¿Y si luego resulta un éxito de ventas del que nosotras podríamos habernos beneficiado? El ministerio nos habría hecho una competencia desleal". En verdad que, es como lo del perro del hortelano, porque el Estado no les limita a las editoriales el derecho de publicar lo que se les antoje. Por ejemplo, y ya que estamos con lo del 98, estoy seguro de que a Javier Tusell le gustaría mucho ver una "Colección de documentos inéditos de la Guerra de Cuba". ¿Qué editorial privada se arriesgaría a emprender una obra tan costosa y de tan incierta tentabilidad? Ya sé los abusos que puede cometer una Administración; ya sé que hubo un tiempo en que, por ejemplo, los sótanos del CSIC estaban atiborrados de ediciones enteras de obras hispanoamericanas publicadas tan sólo porque el Gobierno gustaba de favorecer a los criollos visitantes -que, entonces, como eran ricos, no eran todavía "sudacas", sino "nuestros hermanos de Ultramar", a los que el Gobierno tenía "a mesita componte", o sea, en palmitas-; todo eso ya lo sé, pero el hecho de que el Estado pueda procurar, contra toda legalidad, el beneficio de particulares no es razón suficiente para sustituirlo por particulares, que, con total legalidad, procuran sólo su propio beneficio.-

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_