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Más de 10.000 presos siguen amotinados en 17 cárceles argentinas

Acaudilla el motín de Sierra Chica un asesino argentino dispuesto a todo. "Trae a mi vieja o mato a la jueza. Tienen 10 minutos". Marcelo Alejandro Brandán, 28 años, 12 tras las rejas, se mostró amenazando con una navaja a María Malere, tomada como rehén cuando hace cinco días se empeñó en negociar "desde adentro" la rendición del penal. Trajeron a la vieja, habló Brandán con ella y regresó a controlar una revuelta secundada ya por más de 10. 000 presos en todo el país.Once presidios de la provincia de Buenos Aires y otros seis del interior siguen alzados, los rehenes son 27 y el número de muertos y heridos se desconoce, aunque fue confirmada la existencia de tres cadáveres. El hedor de la panadería de Sierra Chica fue identificado por varias personas como el de carne quemándose, aseveración no del todo descabellada pues durante el motín de 1973 desaparecieron 160 reclusos, algunos en los hornos de la prisión, según un funcionario.

"Están juzgados. No vamos a entrar a sangre y fuego", prometió el gobernador de Buenos Aires, Eduardo Duhalde, El curso de las negociaciones es incierto, los presos modifican cada tanto sus reclamaciones, algunas parecen de imposible cumplimiento al obligar a cambios en el Código Penal, y aunque otras fueron prometidas, la desconfianza retrasa el acuerdo. Los rebeldes de Sierra Chica controlan el generalizado levantamiento: todos los pabellones del penal son suyos y sus cabecillas designan centinelas, organizan turnos, deciden a solas sobre las negociaciones, separan a los 17 rehenes e indican el camino a las otras cárceles en armas. Portavoces de los amotinados amenazaban el jueves con detonar explosivos si es refórzado policialmente el amurallamiento exterior de la prisión, donde cerca de 500 presos contrarios al endurecimiento del motín protegen la vida electrificando los accesos de su encierro.

Medio centenar de testigos presenció el linchamiento de un preso escapado de la jauría del penal, que actúa sin miedo ni clemencia al sufrir condenas de por vida por asesinato o acumulación de asaltos. "!Tírenle, que se va! ¡El buchón [chivato] se va!", alertó la posta de delincuentes cuando aquél tropezó en una veloz huida bajo la lluvia. Lencina se levantó, corrió de nuevo y, jadeante, llegó hasta los funcionarios carceleros apostados en los límites. "¡No tiren, no tiren!, gritó. Luego habló sobre "un despelote impresionante"; sobre arsenales, cremaciones en la panadería o sobre el frío asesinato de los más reacios.

En otras prisiones, 30 personas de uno u otro bando sufrían lesiones. Otros episodios también fueron sangrientos. En el penal de Mercedes, un recluso murió cuando la guardia trató de sofocar un motín de 600 internos. Resultaron heridos varios funcionarios y presos, a quienes se incautó un cartucho de dinamita y armas diversas.

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