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El tiempo meteorológico en Saturno intriga a los científicos

El astrofísico Sánchez Lavega publica el análisis de dos tormentas de 1994

Dos tormentas observadas en Saturno en 1994 están haciendo a los científicos replantearse algunos conceptos sobre la circulación atmosférica global en este planeta gigante, de la misma forma que la sonda procedente de la nave Galileo lo ha hecho respecto al otro planeta gigante, Júpiter. Se trata de las primeras tormentas observadas a la vez en varias zonas del espectro electromagnético y el análisis de las imágenes captadas por los telescopios ha sido hecho por un equipo liderado por el astrofísico español Agustín Sánchez Lavega.

Este análisis, publicado hoy en la revista Science, lleva a plantear la hipótesis de que el control de la circulación atmosférica ecuatorial en la región alta de la atmósfera lo ejerce, en Saturno como en la Tierra, la radiación solar y no la fuente interna de calor del planeta. Los datos de la Galileo indican que en Júpiter es la fuente interna de calor la que controla la circulación global en profundidad (donde penetró la sonda), lo que sugiere, dada la similitud entre ambos planetas, que se dan ambas influencias según la altura.Las grandes tormentas ecuatoriales son muy raras en este planeta, situado a una distancia media de 1.350 millones de kilómetros de la Tierra, y sólo se han observado cinco en los últimos 130 años. En 1990 se produjo la última gran tormenta, la primera desde 1933. Una de las que ahora se han visto, según señala Sánchez Lavega desde Bilbao, es probablemente consecuencia de esta gran perturbación ya que es más pequeña y se encuentra en la zona ecuatorial. "Ya en 1991, 1992 y 1993 vimos pequeños brotes de actividad y en 1994 observamos esta tormenta, de 27.000 kilómetros de longitud, que estaba muy alta en la atmósfera y se ha desplazado mucho más lentamente que la atmósfera", explica Sánchez Lavega.

Velocidad lenta

La velocidad de desplazamiento ha sido de 985 kilómetros por hora, mientras que en Saturno los vientos normales son de 1.600 kilómetros por hora (un superhuracán en la tierra alcanza 350 kilómetros por hora).Esta lenta velocidad, así como la larga duración del fenómeno (casi un año), intriga mucho a los científicos, que ya le buscan explicación: puede ser que a esa latitud y altura (posible zona de transición al influjo de la radiación solar) los vientos soplen mucho más débilmente que en profundidad pero también puede ser un fenómeno ondulatorio, formado en 1990 pero no visible hasta 1994 en que se condensó en nubes, probablemente de amoníaco.Sería así una onda que se propaga a su propia velocidad sobre un fluido (la atmósfera). Y finalmente, puede ser que los vientos hayan cambiado desde 1990 o que el ciclo estacional haya influido en la región ecuatorial, ya que el año de Saturno es 30 años el de la Tierra.

Tras la noche polar

La otra tormenta, de unos 7.000 kilómetros de diámetro, es todavía más extraña, ya que se produjo en la región polar sur, donde nunca antes se había observado una perturbación así. Además, tuvo lugar tras la larga noche polar, cuando no había habido insolación anterior. Sin embargo, sus características morfológicas fueron mas semejantes a las tormentas ecuatoriales normales. Los vientos, en este caso, fueron iguales que los observados por las naves Voyager hace 14 años (unos 56 km/h).Las tormentas fueron observadas por los telescopios de Pic du Midi (Francia), el infrarrojo de la NASA en Hawai (EE UU) y el espacial Hubble. Este último observó durante una órbita completa el 1 de diciembre de 1994, por decisión de su director, que le hizo un hueco en el apretadísimo programa del telescopio.

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