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Tribuna
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La bomba francesa

Contra viento y marea Francia se mantiene en sus trece, empeñada en consolidar su Posición en el club de las potencias atómicas, lo que pone de manifiesto que alguna ventaja le habrá de reportar que compense el descrédito que comporta llevar a cabo nuevas explosiones en el Pacífico, dicen que por última vez, ya que en el futuro podrá ir mejorando las armas sin recurrir a experimentos directos. Lo que no contempla es que cese en esta carrera por conservar una clara superioridad frente a la mayor parte de los Estados europeos.A la pregunta de por qué Francia necesita prolongar su supremacía atómica, por toda explicación periodistas y políticos franceses. han aludido al hecho de que su país ha sido invadido ya tres veces en poco más de un siglo y que, por tanto, ha de estar preparado ante cualquier eventualidad. Puede imaginarse el lector cómo ha sentado esta aclaración en Alemania: la amiga Francia, junto con Alemania, columna vertebral de la Unión Europea, temería una nueva invasión alemana. Parece inconcebible, pero de ser cierto, qué lejos estaríamos de una Europa unida.

Habría que estar ciegos, negándose a ver la realidad europea de nuestros días, para suponer que con el grado de integración económica que hemos alcanzado, una Alemania, sin armamento atómico y sin la voluntad de conseguirlo, con un ejército, cuyo tamaño viene limitado por el tratado con la antigua Unión Soviética podría representar un peligro militar para sus vecinos.Para arrostrar tantos obstáculos y antipatías, Francia ha de creer firmemente que necesita una clara superioridad nuclear, y no tanto porque tema en serio otra invasión ale mana -inimaginable que en este caso siguiese avanzando en el proceso de integración europea- sino que habrá que suponer alguna otra finalidad, como tal vez la de compensar su, inferioridad en el campo económico, la misma razón que daría cuenta de que, sin adversario a la vista, Estados Unidos disponga, a enorme distancia de los demás, del mayor ejército del mundo.

Hasta la caída del muro, Alemania llegó a ser un gigante económico, pero permaneciendo un enano político. La primacía económica alemana venía así compensada por la preeminencia política de Francia, que, incluso ejercía de potencia ocupante en Berlín occidental. La unificación y el 'fin de la guerra fría han devuelto a Alemania un campo amplio de actuación política; con ello, se ha desplomado el equilibrio entre la superioridad, económica alemana y la, preeminencia política francesa. En está coyuntura, Francia trataría de recomponer el contrapeso con Alemania, fortaleciendo su superioridad atómica. Alemania podrá ser en Europa la primera potencia económica y hasta tal vez un día no muy Iejano la hegemónica políticamente; pero Francia continuará a la cabeza como potencia, nuclear, con voz propia en la política comunitaria de defensa. El entramado de la capacidad económica y política con la militar no deja de ser, un aspecto difícil de desentrañar, pero de considerable importancia en las relaciones entre los Estados.

Aunque, desde una perspectiva internacional, no quepa ocultar lo desafortunado de la decisión francesa, al invitar a otros países a que sigan la misma senda, dejando a la intemperie el tan problemático Tratado de no Proliferación (TNP), a todos los interesados en que avance el proceso de integración europea les conviene que Francia y Alemania continúen niveladas, tirando de la Unión. Los países comunitarios saben que expresar las críticas que se merece Francia vulnera los intereses más elementales de la unificación europea. Hace unas semanas, oía al ministro alemán de Asuntos Exteriores afirmar taxativamente: no vamos a, poner en peligro el proceso de unificación por manifestar nuestra opinión sobre, las pruebas francesas en Polinesia. Lo único que los alemanes a esté respecto tienen que decir es que no están interesados ni dispuestos a poseer, directa o indirectamente, armamento atómico.

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