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¡A mí la Gregoria!

Una viuda de 78 años pone en fuga a un borracho que le metió un balazo en el salón mientras ella cosía

Jan Martínez Ahrens

Todos lo saben. Es la más dura al oeste de la M-30. Se llama Gregoria Cerdeño Sánchez, tiene 78 años, y la noche del miércoles demostró que la calceta, las arrugas y los encajes de blonda no son obstáculo para pisar firme en territorio enemigo y poner en fuga a un peligroso gatillero que en plena borrachera le había metido un balazo en el salón. "Pues miedo no pasé", asegura esta viuda de militar republicano a quien el disparo sorprendió sentada junto a una ventana con vistas a la calle de San Marcelo (La Elipa).Eran las nueve de la noche. La mujer, que vive sola en un tercer piso, cosía una blusa azul para el entretiempo. La espalda recta y las agujas en ristre. Su tiempo, sentada en la silla forrada de pana marrón, se diluía en el anochecer cuando un demoledor zambombazo inundó su salón. Los cascotes se desparramaron entre las porcelanas, las vasijas, los platos, las mantillas y los refulgentes libros de Zane Grey. ¡Coñe! El disparo, que había abierto un boquete de un palmo de ancho en la pared medianera, procedía de la vivienda contigua, habitada por inmigrantes polacos. Ni corta ni perezosa, Gregoria se encaminó a por sus vecinos.

"Yo me preguntaba: '¿Qué será lo que ha pasado?'. Yo no creía que la gente pudiera ser tan mala", recuerda la viuda. La mujer llamó a la puerta y se encaró al corpulento vecino. "¿Qué me han hecho ustedes?", le soltó y le llevó hasta su casa, para que viese "con sus propios ojos" el boquete.

La respuesta del polaco, con un aliento capaz de hacer estallar cualquier etilómetro, no se hizo esperar: "Eso es una tubería de gas que ha reventado". Dicho lo cual, el hombre volvió a sus aposentos. Gregoria se quedó estupefacta ante la contestación, básicamente porque en la vivienda no hay conductos de gas. Y de la sorpresa pasó a la acción. La dulce viuda llamó otra vez a su vecino. Nada más girar la puerta, la anciana irrumpió como un maremoto en la vivienda. Di recta al comedor -"que, por cierto, estaba pelado"-. Allí dentro, rodeada por dos hombres con cara de muchos enemigos, doña Gregoria se abalanzó sobre una butaca que estaba pegada a la pared. Con mano firme la retiró y, efectivamente, allí estaba el agujero, causado por el disparo. "¡Me va a decir usted ahora mismo qué es eso y con qué lo han hecho!", le espetó la viuda. Esta vez no hubo respuesta. Y la mujer, enfurruñada, dio media vuelta. Por detrás, el aludido la siguió para pedirle mil excusas, para implorarle que no avisase a la policía y para asegurarle que se lo arreglaría él mismo.

Gregoria siguió hasta el descansillo, donde, para su sorpresa, vio cómo el vecino salía escopeta en mano y se perdía escaleras abajo. Su presencia en la calle desató un inusitado revuelo, que acabó con la llamada de un transeúnte a la Policía Municipal. Durante el registro del piso, los agentes descubrieron una escopeta de dos cañones, un silenciador, una bocacha con punto de mira y utensilios para la sustracción de coches. Los vecinos pertenecían supuestamente a una banda de ladrones. El fugado, seguía ayer en paradero desconocido, y doña Gregoria esperaba que alguien le arreglase el boquete.

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Sobre la firma

Jan Martínez Ahrens
Director de EL PAÍS-América. Fue director adjunto en Madrid y corresponsal jefe en EE UU y México. En 2017, el Club de Prensa Internacional le dio el premio al mejor corresponsal. Participó en Wikileaks, Los papeles de Guantánamo y Chinaleaks. Ldo. en Filosofía, máster en Periodismo y PDD por el IESE, fue alumno de García Márquez en FNPI.

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