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"Ya veremos cómo se está con los dioses"

Induráin sólo ofrece media sonrisa tras conseguir su quinto Tour

Carlos Arribas

Ni uno ni dos, ni tres, ni cuatro, ni cinco. Lo que piensa de verdad Induráin sigue siendo un misterio. Ni alegría, ni jolgorio. El hombre que acaba de entrar en el panteón de los grandes sigue repitiéndose. Induráin ha roto moldes como ciclista, pero más como persona pública. Nada parece capaz de exaltarle. El alarde, tan caro a otros grandes campeones, no entra en su forma de sentir la vida. Sólo la media sonrisa del re conocimiento. Nadie diría que ese hombre que repite, como una letanía puntuada por puntos sus pensivos, las mismas respuestas a las mismas preguntas, otra letanía, año tras año, acaba de hacer algo único en la historia del ciclismo, el deporte de las mitologías: ganar cinco Tours consecutivos. Se le pone el trapo bien claro. Echávarri dice que has entrado donde los dioses, se le incita. Pero ni por ésas. "Bueno..., eso es lo que se ve desde. fuera", responde. "Pero no sé..., es difícil. verlo per sonalmente... No se pueden comparar los palmarés de Anquetil, Hinault y Merckx con el mío... Yo estoy contento con lo que he ganado y eso es lo que importa..." Todo obscuridad. Ni un rayo de luz. Bueno, no. Por lo menos se permite una ironía sonriente. "Bueno... cuando esté unos días dentro con los dioses ya veré lo que se siente". Punto.Media hora de conferencia de prensa dio sólo para esa frase. El resto, evasivas, la ostra cerrada. Más puntos suspensivos.

¿El sexto? "Ya veremos el año que viene, como siempre". Ni promesas, ni desafíos.

¿El récord de la hora? "A ver cómo he acabado de fuerzas este Tour". Más claro, el chocolate.

¿Los rivales? "Zülle me ha sorprendido un poco, sobre todo su regularidad. Con Riis ya sabía que había que contar. Jalabert es un poco irregular. Berzin y Rominger me han decepcionado. Y ya no me acuerdo de más". Bueno, algo de precisión y otro gramo de ironía.

¿El día clave? "El Tour se gana día a día, con regularidad". Todo un repertorio.

¿El Tour que le ha dejado mejor recuerdo? "Todos los Tours son importantes, pero el único especial es el primero".

¿El día más complicado? "El de Mende, con el ataque del ONCE, fue el más complicado para el equipo, al que quizás le faltó algo de fuerza. Yo he estado bastante bien todo el tiempo, aunque quizás el día de Giizet Neige fue el que llegué con la sensación de estar más justo. Quizás fue por la lluvia y la temperatura. El del Tourmalet también se me hizo duro, pero pude controlar bien los ataques".

¿La Vuelta? "A ver cómo me recupero del bajón físico y psicológico post Tour. Dentro de una semana veré con qué ilusión afronto el resto del calendario. A ver si hago Vuelta, Mundial o récord, o nada de eso".

¿Alguna experiencia dura? "Dura, dura, ninguna. Bueno, quizás la muerte de un compañero. Se ha hecho algo duro, aunque yo no le conocía mucho".

El ciclismo es para Induráin una profesión. La retórica la pone el ambiente. Las hazañas y las gestas tienen para él el mismo valor que para un fontanero arreglar un grifo. Parece exagerado, pero lo que él dice se acerca mucho a esa visión sencilla de la existencia: "El sacrificio lo tuve que hacer de joven, cuando me decidí a ser ciclista". Se cree que en Induráin hay algo más, una devoción especial por el Tour, una fuerza que le hace superarse. Él nunca lo dice públicamente. Pero siempre ha sido así. No hay que preocuparse, después del sexto, un poco más de lo mismo.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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