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Muster alcanza la gloria de París

Supera a Chang y se convierte en el primer austriaco que gana un Grand Slam

Thomas Muster tardó 27 años en alcanzar la gloria. Llevaba una carrera repleta de éxitos, había ganado 28 torneos del circuito, era ya reconocido como el mejor jugador del mundo sobre tierra batida, pero todo ello corría el peligro de convertirse en cenizas si no coronaba su trayectoria profesional con un título del Grand Slam. Y al final lo consiguió. Ayer, en París, Muster entró en la historia del tenis. Ganó a Chang en la final de Roland Garros por 7-5, 6-2, 6-4 en dos horas y un minuto, y se convirtió en el primer austriaco que inscribe su nombre en el palmarés de un Grand Slam.Muster elevó el brazo derecho hacia el cielo, justo en el momento en que la última devolución de Chang salió fuera de los límites de la pista central de Roland Garros. Después se dejó caer al suelo de espaldas y así se mantuvo durante un buen rato. Más tarde se incorporó y demostró de nuevo que era un gran atleta: saltó una valla de casi dos metros para abrazar efusivamente a su entrenador, Ronald Leitgeb.Esa fue su forma de celebrar el triunfo más importante de su vida profesional. "Mi sueño de niño se ha visto realizado", dijo en la pista. "Es el día más feliz de mi vida". Inmediatamente dirigió unas palabras a Leitgeb. "Gracias Ronald por el apoyo que siempre me has dado".

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Para Muster la aportación de Leitgeb ha sido fundamental. Sin embargo, son muchos los que se preguntan qué ha podido darle este ex periodista radiofónico al tenista más regular de esta temporada (35 victorias consecutivas en tierra batida). "No. Ronald no era un jugador de tenis. No juega bien", explicaba ayer un periodista austriaco, minutos más tarde de la conclusión del partido. "Pero le ha dado amistad, comprensión, y le ha ayudado mucho a superar todas sus crisis existenciales".

No habrá sido un trabajo fácil. Muster fue siempre una persona cerrada, difícil, a la que llegó a tacharse incluso de racista. "Todo eso son falacias", dijo ayer el propio jugador en la televisión francesa. Lo que le ha distinguido por encima de todos los demás ha sido su inquebrantable fuerza de voluntad. Y sólo ese rasgo de su personalidad es lo que le ha permitido ganar en Roland Garros.Ronald Leitgeb y Muster se cruzaron como consecuencia de sus respectivas profesiones. Y comenzaron a trabajar juntos a partir de 1988. En abril de 1989, Muster vivió uno de los episodios más tristes de su carrera profesional. Cuando por fin había asumido la condición de topten -diez primeros jugadores mundiales- sufrió un accidente en Cayo Vizcaíno del que salió con los ligamentos de la rodilla izquierda gravemente lesionados. Muchas personas le dieron por perdido para el tenis. Pero 166 días más tarde, Muster realizaba una exhibición ante Lendl. Fue el paso decisivo. Rehizo su carrera y la coronó ayer en Roland Garros. Pero incluso en la final tuvo que demostrar de nuevo que su fe en la victoria era inquebrantable. Michael Chang, el campeón más joven de París, pudo cambiar la suerte del partido si hubiera concretado alguna de las cuatro bolas de que dispuso para colocarse con 5-1 en el primer set. Hasta aquel momento, había jugado con un margen mínimo de errores y con una efectividad casi del 100%.Pero Muster no se rindió. Rompió el ritmo del partido y pasó a controlarlo. Salvó la primera manga y ganó las dos siguientes en una clara demostración de su poderío. Chang hizo todo lo que pudo, intentó subir a la red, pero fue superado por los dos lados. Realizó dejadas, pero le fueron devueltas. Nada le sirvió. Tenía enfrente a un hombre que había sufrido demasiado para dejar escapar la oportunidad de su vida de entrar en la historia.

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