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Tribuna
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Adiós

Rosa Montero

Saco a pasear a mi perra y me la quedo mirando conmovida: animalito, ella no sabe que nos encontramos en las postrimerías del imperio. Porque estas elecciones municipales pueden ser el principio del fin para los socialistas. No me gusta el PP y no son los míos; la línea directa que han abierto con Dios a raíz del atentado contra Aznar y las tonterías reaccionarias que no para de decir y hacer el alcalde Manzano, por ejemplo, bastarían para demostrarme, si es que hubiera tenido alguna duda, que su mundo y el mío son ajenos. Pero en realidad es bueno que el PP ocupe su lugar ideológico: espero que así pueda renacer, en la oposición, una izquierda coherente (no será fácil: el PSOE está dejando la tierra calcinada). Además, hoy el PP es evidentemente una fuerza democrática, y eso, la construcción de una derecha moderna y no fascista, supone un logro inmenso en la historia de este país. Con el agravante de que, si no son los más votados ni siquiera ahora, el fracaso podría fomentar una involución hacia la caverna. Voté una vez a los socialistas (1982) y no me arrepiento: por entonces el futuro de este país pasaba porque el PSOE llegara al poder y se superara el temor residual a los partidos de izquierdas. Ahora creo que el futuro del país y ja normalidad política pasan porque dentro de poco gane Aznar y se supere el temor a la derecha. ¿Miedo al PP? En absoluto: en un sistema democrático, que triunfen tus oponentes no es una catástrofe, sino un simple fastidio. Lo que de verdad me asustaría es que volvieran á vencer los socialistas: sería la consagración de la impunidad y del abuso de poder. Que se vayan a la oposición, que se tranquilicen, que se regeneren. Si son capaces de aprender de sus errores (y tienen que serlo), volverán algún día. Pero hoy, por su propio bien y por el de todos, yo ya empiezo a decir: adiós, muchachos.

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