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Más de 50 jefes de Estado se dan cita en París para celebrar el fin de la guerra

Más de 50 jefes de Estado y representantes de 87 países asistieron ayer en París al desfile y a los actos conmemorativos del 500 aniversario, del final de la II Guerra Mundial en Europa; entre ellos, los reyes de España. Ésta era la primera oportunidad de ver en público juntos a los dos presidentes de la República Francesa en activo: al actual, François Mitterrand, y al elegido el domingo, Jacques Chirac.

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Los reyes de España; el canciller de Alemania, Helmut Kohl; el vicepresidente de Estados Unidos, Al Gore; el primer ministro británico, John Major; el presidente de Italia, Luigi Scalfaro, y los primeros ministros canadiense y ruso, Jean Chretien y Víctor Chernomirdin, respectivamente, entre otros, presenciaron el desfile de 2.500 hombres y 80 vehículos militares, coronado por el paso de la patrulla Francia, que, con sus aviones a reacción, dibujó en el cielo parisino la bandera tricolor.Antes habían asistido a la ceremonia del presidente Mitterrand, que depositó una ofrenda en la tumba del soldado desconocido, y permanecieron en silencio durante un minuto antes de regresar a sus tribunas para presenciar el desfile.

El acto, al producirse al día siguiente de la elección presidencial, adquirió un peculiar carácter simbólico. Jacques Chirac será el primer político que ocupará la magistratura suprema de Francia sin haber hecho la guerra, esa misma guerra que ayer se recordaba y en la que Mitterrand participó de manera triple: primero como soldado, luego como funcionario del gobierno colaboracionista de Petain y por último como líder de la Resistencia en el interior.

Felicitaciones a Chirac

Para Chirac era una peculiar oportunidad de presentarse en sociedad en tanto que futuro presidente de Francia. Kohl y Major le saludaron calurosamente, el rey Juan Carlos también le dedicó una felicitación sincera, y Al Gore habló con él durante varios minutos.

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Jacques Chirac parecía muy relajado, estuvo galante con Danielle Mitterrand y se mostró de buen humor y como liberado de la angustia de las últimas semanas de la campaña electoral, cuando su prevista victoria estuvo a punto de no concretarse debido a la, rivalidad de Édouard Balladur y a la buena y sorprendente trayectoria del socialista Lionel Jospin.

Para el público asistente, que había comprado banderitas francesas de papel a 15 francos -una anciana portaba una gran bandera que "ya estuvo aquí en 1945, entonces en manos de mis padres y ahora en las mías"-, la fiesta fue decepcionante, pues era la primera vez que no desfilaban por los Campos Elíseos.

En efecto, todo transcurrió en la rotonda del Arco de Triunfo y la multitud que esperaba a lo largo de la llamada más bella avenida del mundo se encontró con que el espectáculo quedaba reservado a los invitados ilustres. Gritos de protesta y abucheos ácompañaron el retorno de las delegaciones a sus hoteles. Esa era la manera en que los varios miles de ciudadanos que se había desplazado expresaron su irritación ante un desfile que se les escamoteaba. Lo que había empezado con aplausos corteses, gritos de ¡Viva Mitterrand!" contestados por otros, mucho más numerosos, de "¡Viva Chirac", acabó entre silbidos de decepción.

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