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"Se les arrojaba desnudos al mar"

Un capitán argentino narra como la dictadura liquidaba a los 'desaparecidos'

Juan Jesús Aznárez

"Lo pienso y me rayo", dice el capitán de corbeta Adolfo Francisco Scilingo al recordar el ruido de grillos y cadenas cuando se desvestía en vuelo a los prisioneros, desmayados con un sedante, mar afuera de Punta Indio, en el Atlántico. A una orden del comandante "se abría la portezuela y se les arrojaba desnudos uno por uno". En el primer testimonio público sobre la suerte de miles de desaparecidos durante la dictadura militar argentina, Scilingo sostiene que murieron así, en cien miércoles, entre 1.500 y 2.000 personas. El presidente argentino, Carlos Menem, calificó anoche de "facineroso" a Scilingo por sus declaraciones.El diario Página 12 de Buenos Aires publicó ayer dos páginas con una entrevista del oficial y el periodista Horacio Verbitsky, destacada en portada a cinco columnas, en la que Adolfo Francisco Scilingo declara: "Estábamos convencidos de que eran subversivos. Hoy sé que eran seres humanos". Capellanes castrenses asistían a los verdugos con parábolas y citas bíblicas, y la más escuchada de regreso a la base era aquella que conviene en la necesidad de separar el grano de la paja.

Según sus manifestaciones, tras el golpe de 1976, el comandante de Operaciones Navales, vicealmirante Luis María Mendía, comunicó a los oficiales con mando en Puerto Be1grano la decisión de eliminar a los presos mediante un método no establecido en los reglamentos militares. "Y dijo que se había consultado con las autoridades eclesiásticas para buscar que fuera una forma cristiana".

Scilingo participó en dos de las macabras travesías de aviones de la Marina de Guerra y la Prefectura Naval con los pilotos habituales y lana tripulación complementaria compuesta por dos oficiales, un suboficial, un cabo y un médico. Los prisioneros eran previamente engañados con el anuncio de su traslado al sur y la necesidad de una vacuna, en realidad un sedante. La primera dosis les atontaba, y con la segunda, en vuelo hacia el Atlántico, quedaban dormídos. "El médico les daba la segunda inyección y nada más. Después se iba a la cabina". "¿Por qué?", pregunta el periodista". "Decían que por el juramento hipocrático", responde Scilingo, quien pidió el retiro en 1986 y después del indulto de 1990 reclamó información pública sobre la guerra sucia. Una denuncia suya por encubrimiento quedó registrada contra el jefe del Estado Mayor de la Armada, almirante Enrique Molina Pico.

Scilingo asegura que cada miércoles, durante dos años, eran arrojados al mar vivos entre 15 y 20 prisioneros. En una de las operaciones, "yo, que estaba bastante nervioso, casi me voy al vacío. Patiné y me agarraron ( ... ). En mi primer vuelo, el cabo de Prefectura desconocía cuál era la misión. Cuando se da cuenta de lo que tenía que hacer entra en una crisis de nervios. Se puso a llorar. No entendía, nada. Se le trabucaban las palabras... Al final lo mandan a la cabina. Terminamos de desvestir a los subversivos...".

Tres años después, las madres de los desaparecidos iniciaron su infructuosa reclamación semanal en la plaza de Mayo.

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