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"Mejor sola"

Guerrilleros zapatistas, dráculas y damas viudas, anoche en el baile de máscaras del Círculo de Bellas Artes

Antonio Jiménez Barca

"Siempre vengo sola. Te lo pasas mejor. Hay mayores posibilidades", comentaba, ayer, con sorna pero sin ironía, una mujer de ojos marrones, vestida de fresa y con el rostro cubierto por una hermosa máscara azul brillante. La mujer esperaba apoyada en una columna del salón principal del Círculo de Bellas Artes a que el anual Baile de Máscaras que organiza esta institución se animase.La cita era a las once, pero cerca de las doce no había sino 200 de las 2.000 personas esperadas. Los demás vendrían más tarde. A pesar de todo ya se paseaban por la escalera y los salones del círculo los filibusteros de traje alquilado y loro de plástico, las damas venecianas, los faraortes egipcios, las criadas, los guerrilleros zapatistas y los innumerables curas y dráculas que, año tras año, se concentran en febrero en este edificio de la calle de Alcalá, 42.

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Aunque esta es la 11ª edición del Baile de Máscaras, en rigor el Círculo de Bellas Artes lleva organizando actos de Carnaval desde 1891. Sólo la guerra civil logró interrumpirlos. "Aunque claro, durante la dictadura franquista, era poco más que un baile regional, con los asistentes vestidos de baturros y cosas así", cuenta Juan Genovés, pintor y miembro de la junta directiva del centro. La recaudación de esta noche (las entradas normales costaban 7.000 pesetas y las de los socios 3.000) no paliará la delicada situación que atraviesa el Círculo de Bellas Artes. "Salimos comidos por servidos. De las 2.000 personas que se esperan, 1.000 serán socios y, además, hay muchísimos gastos; pero en fin, el dinero hay que gastarlo", explica Genovés. Y añade que el círculo, con 5.500 socios y graves problemas económicos, necesitaría multiplicar por diez sus miembros para tener solvencia en las cuentas.

Los asistentes acudían a la segunda planta del edificio por una escalera colocada expresamente en la fachada exterior del inmueble. En la calle, unas 100 personas aplaudían los disfraces que, en algunos casos, como el de Fernando Ramón, de 25 años, a punto estuvieron (le causar una pulmonía: Ramón iba uniformado de tonto reglamentario, esto es, con un pijama de nylon de los de toda la vida, una flor de plástico horrenda en la solapa y un vistoso embudo de plástico en la cabeza. Hubo quien se aplicó un antifaz y esmoquin; hubo quien pidió un traje de azafata; hubo quien repitió personaje del año pasado y volvió a presentarse con traje de viuda. En la barra bebían dos personas de las que nadie sabía si eran punkis de verdad o de mentira.

La magia transformista y transgresora del Carnaval, por lo menos en este edificio y en esta noche, funciona. A las doce la orquesta contratada ataca el primer tema. Y la dama vestida de fresa se separa de la columna. ¡A bailar!

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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