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Un país por el agua y contra el agua

Isabel Ferrer

La comparación de los mapas de Holanda dibujados en el siglo XVI por Jacob van Deventer, uno de sus cartógrafos más famosos, con las imágenes transmitidas por los satélites ilustra los cambios operados por el hombre en un país donde casi el tercio de su superficie aparece bajo el nivel del mar. Sin la protección de diques y dunas, las galernas o las crecidas de los ríos inundarían más de la mitad del territorio. Aunque la lucha contra las mareas ha hecho famosos a los holandeses, la amenaza fluvial no es menor, como se ha visto estos días.Holanda es en realidad un delta donde confluyen los ríos Mosa, Escalda y Rin, además del Valon, principal afluente de este último. Obligados a contener todas las aguas, sus habitantes empezaron a levantar barreras hacia el año 500 antes de Cristo. Eran unas elevaciones de terreno, denominadas terpen, que les permitían. establecerse por encima de la línea superior de agua. Las catástrofes provocadas por el Mar del Norte (10.000 muertos en 1421 y casi 2.000 en 1953) obligaron a mejorar las defensas costeras. Hoy los diques marítimos y fluviales suman 2.500 kilómetros y el suelo firme abarca 42.000 kilómetros cuadrados.

Los primeros diques debieron de ser grupos de terpen ordena dos unos junto a otros. La tierra original utilizada en su construcción dilo paso a una mezcla de arcilla, arena y pasto. Con el tiempo, los expertos descubrieron que una pared inclinada frente al mar era más, resistente que otra vertical. Alrededor del siglo XIII, los diques tenían ya uno o dos metros de altura. Al cerrar brazos de mar y calas, favorecieron la, aparición de ciudades como Amsterdam y Rotterdam. Las presas y compuertas construidas, en los ríos Amstel y Rotte les dieron además su nombre.

Ofensiva de ingeniería

En el siglo XVII, los avances técnicos modificaron el carácter defensivo de la lucha contra las aguas. Los ingenieros pasaron a la ofensiva para desecar terrenos cenagosos en el interior. Gracias a los diseños de uno de ellos, Jan Adriaanse, los molinos de drenaje sé dispusieron escalonados y en hileras. Ello permitió el transporte (le líquido a niveles superiores.

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La tierra ganada al mar (pólder) favoreció el aumento de la población, que desecó también los lagos para obtener suelo fértil. En 1672 apareció el primer plan para recuperar el mar interior, Zuyderzee, que dota al país de s u característico perfil. La obra no se pudo afrontar hasta finales del siglo XIX, en que Cornelis Lely construyó un dique de contención de 30 kilómetros. Convertido en un lago de agua dulce llamado ahora Ijsselmeer, incluye tres pólderes y 145.800 hectáreas de tierra.

Los ríos también debieron ser tratados de otro modo. De ellos depende el abastecimiento de agua potable y la navegación comercial. El Rin dispone de presas que aseguran su calado durante todo el año. También regulan el caudal del ljsselmeer. Si los diques se rompieran, el agua inundaría pólderes, anegando poblaciones y terreno cultivable. En el Mosa hay diques a partir de la ciudad de Nimega porque el terreno es más elevado. Los últimos cálculos oficiales cifran en cerca de 800 todos los diques que deben reforzarse. El coste total de dicha operación ronda los 3.000 millones de florines (216.000 millones de pesetas). Otra cosa es la preservación del entorno esgrimida por grupos ecologistas. Ante ello la máxima de La Haya es: "La seguridad es lo priniero". De todos modos, el reparto de la responsabilidad estatal, regional y local sigue retrasando las obras.

Las actuales inundaciones han oscurecido quizá el logro mas monumental: el Plan Delta. Destinado a proteger el suroeste del país (Zelanda, Holanda del Sur y Brabante del Norte), ha supuesto 30 años de trabajos. Finalizado en 1987, incluye seis presas y dos barreras contra las tormentas a lo largo de la costa. En sus trabajos se han invertido 780.000 millones de pesetas. Uno de sus frenos más complejos, en Oosterschelde, tiene ocho kilómetros y suma 65 pilares de hormigón enterrados en el fondo del agua y que se elevan 50 metros por encima de la superficie. Hay además seis millones de toneladas de piedras que refuerzan los cimientos. Unos cinco kilómetros cuadrados de lecho marino están cubiertos de hormigón y colchones de acero.

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