Regalo a Doñana
LA DISTINCIÓN de Doñana como Patrimonio de la Humanidad constituye un regalo a esta singular reserva natural al cumplirse el XXV aniversario de su declaración como parque nacional. Es de esperar que la protección que le otorgue este título internacional -algo así como el equivalente al Premio Nobel en el terreno de la conservación de la naturaleza- sea más eficaz que la que hasta ahora le ha dado su inclusión en el catálogo de parques nacionales desde 1969.El momento es oportuno. Cualquiera anterior lo hubiera sido más. La historia de Doñana es la de un permanente cerco de intereses de todo tipo a la supervivencia de una de las zonas naturales más emblemáticas del mundo. El parque es patrimonio de todos, y que la Asamblea Nacional de la Unesco lo reconozca oficialmente, en su próxima reunión de diciembre, debería constituir el mejor escudo contra mayores deterioros que los ya sufridos por la dejadez, la falta de recursos y el desarrollismo desconocedor de los equilibrios naturales.
La protección internacional a Doñana podría ayudar a agudizar el sentido de la responsabilidad de todos en lo que se refiere a conservación del parque. Y, de otro lado, el compromiso que la Unesco adquiere frente a este enclave natural debería servir de acicate a la Administración española para que cumpla el suyo con más diligencia y determinación que hasta ahora. La burocracia y la dispersión administrativa de los diversos organismos públicos que tienen competencia sobre Doñana no han sido el menor de los problemas del parque, como han reconocido, entre otros, el ministro de Agricultura. Es posible que con una actuación más firme y ágil de la Administración, la presión demográfica, la amenaza inmobiliaria y la escasez de agua no hubieran sobresaltado la vida de Doñana de la forma en que lo han hecho en los últimos lustros.
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