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ELECCIONES EN ESTADOS UNIDOS

Los republicanos venden una revolución 'ultra'

Antonio Caño

Quien crea que en las campañas electorales norteamericanas no hay suficiente pasión sólo tiene que escuchar a Rush Limbaugh. Su incendiario programa radiofónico es el ejemplo más elocuente del debate que se libra en EE UU ante el 8 de noviembre. Él y otros comentaristas se han convertido en difusores de la plataforma extremadamente conservadora con la que la mayoría de los candidatos republicanos aspira a obtener una clara victoria el martes.

Rush Limbaugh no es un personaje marginal ni un loco, aunque muchas de sus opiniones sí lo parezcan. Es un periodista tan escuchado como cualquier conocida estrella de la televisión. En estos momentos es aún más que eso: The New York Times lo califica como "el capitán de la causa republicana". Limbaugh llama a estas elecciones "operación restaurar la democracia". Según él, en Estados Unidos no hay democracia. Los burócratas, con sus trabas legales; los políticos, con sus impuestos; la prensa liberal, con sus calumnias; los izquierdistas, con su defensa de las minorías, y los ateos, con su destrucción de los valores tradicionales, la han secuestrado. Y ahora, que parece aproximarse una significativa victoria republicana, es tiempo, según él, de barrer todos esos males para "restaurar la democracia con el único arma a nuestra disposición: los votos".Rush Limbaugh no es el único que piensa así. Los cientos y cientos de personas que diariamente llaman a su programa también lo creen. La Coalición Cristiana, que es el trampolín desde el que se han lanzado muchos candidatos republicanos, no está muy lejos de ese pensamiento. Y un buen número de aspirantes de la oposición en estos comicios -desde el radical Oliver North al moderado Jeb Bush- coinciden, al menos, en el fondo de la cuestión.

El fondo de la cuestión es el papel del Gobierno. La mayoría de los candidatos republicanos ha construido sus programas sobre una línea de pensamiento idéntica: la clase política tradicional está corrompida -el Estado los ha corrompido-, se necesita una nueva casta de políticos no políticos, y es necesario limitar al máximo el papel del Estado. Ese pensamiento se tranforma en el siguiente mensaje electoral: no a los impuestos, seguridad social privada, abajo con el derroche de la beneficiencia pública, basta de impedimentos legales para acabar con los delincuentes, vía libre a la pena de muerte.

En resumen, menos Estado, menos poder a los políticos, todo el poder para el individuo. Desde Michael Huffington en California, que quiere un Gobierno que no haga nada, hasta George Pataki, en Nueva York, que prácticamente renuncia a los impuestos, o Mitt Romney en Massachusetts, que promete voluntariamente dejar el Congreso después de unos pocos años, prácticamente todos los candidatos republicanos corren bajo la misma bandera. Una bandera diseñada e izada iniciamente por un hombre que dará mucho que hablar en este país: el representante republicano por Georgia, Newt Gingrich.

Gingrich, su estilo agresivo y su programa ultraconservador han unido a la oposición en el Congreso, han devuelto al Partido Republicano el optimismo de la era de Reagan, y las posibilidades de victoria también.

La alianza de Gingrich con la derecha cristiana da a la plataforma republicana el ingrediente moral. Como las mezquitas en Oriente Próximo, las iglesias norteamericanas se van convirtiendo en escenario de la contienda política. Los miembros de la Coalición Cristiana ha prometido recorrer mañana las iglesias de todo el país para pedir el voto para sus candidatos, aquellos que colocan en primer plano la defensa de la familia tradicional, que condenan el aborto y proponen un regreso a los valores del pasado.

Las figuras más moderadas del Partido Republicano, como George Bush o Robert Dole, aunque no se desmarcan públicamente, están en franco retroceso. Algunas de ellas, como Jack Kemp o William Bennett, se encuentran preocupadas por el cariz que adquiere su partido. Dan Quayle y Ronald Reagan son, sin embargo, personajes en alza.

Luchas internas

Por un margen mayor o menor, con control del Congreso o sin él, todo indica que la plataforma política que une a Rush Limbaugh, por un extremo, y a Newt Gingrich, por otro, va a ganar las elecciones del próximo martes. Es pronto para anticipar qué puede significar eso para el futuro de este país, pero sí se vislumbra una importante lucha interna por el control del Partido Republicano.El presidente Bill Clinton y los candidatos demócratas han tratado de aprovechar la situación electoralmente resucitando el miedo a la derecha. Las encuestas demuestran que eso ha tenido algún resultado hasta el momento. Pero la misión de Limbaugh y los suyos no acaba aquí. Su objetivo es 1996 y la Casa Blanca.

Ayer, la policía localizó un paquete sospechoso al inspeccionar el lugar en el que el presidente tenía previsto anoche dar un mitin. El paquete contenía una granada desactivada.

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