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Una exposición recorre las rutas de Roald Amundsen, el úItimo explorador legendario

El ayer y el hoy del Ártico, presentados en el Museo Nacional de Ciencias Naturales

En trineos tirados por perros, en barcos, aviones e incluso dirigibles, el noruego Roald Amundsen fue uno de los últimos exploradores legendarios. Llegó el primero al Polo Sur, en 1911; cruzó los hielos del Ártico y estableció el Norte magnético de la Tierra; atravesó el paso del noroeste navegando por la difícil ruta marina entre Europa y Asia; recopiló gran cantidad de información sobre los pueblos que conoció en sus viajes y abrió para los geógrafos territorios desconocidos. En una fotografía de la exposición Roald Amundsen: el espíritu de las expediciones, que se abre mañana en el Museo Nacional de Ciencias Naturales (Madrid), el intrépido noruego aparece en 1928 junto al hidroavión en el que moriría pocas horas después.

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La exposición sobre Amundsen se combina con otra protagonizada por cuatro españoles que desde 1990 a 1993 siguieron una ruta de 14.000 kilómetros recorriendo la costa occidental de Groenlandia, Canadá, el paso del Noroeste y Alaska.Entre las imágenes históricas de los viajes de Amundsen, hay una de la cubierta del buque Fram con un toldo de lona para proteger a los perros polares del calor tropical durante la travesía desde el Norte de Europa hasta el Polo Sur. Amundsen tenía fama de ser extremadamente minucioso en la preparación de sus expediciones y esta atención por los detalles fue posiblemente una de las claves de sus éxitos, como llegar al Polo Sur y regresar sano y salvo mientras su gran competidor, el británico Robert F. Scott, fallecía en la inhóspita y desconocida Antártida.

El noruego, con una vocación de conocer tierras extrañas desde su adolescencia, unos estudios de medicina abandonados y experiencia de travesías invernales con esquís por las tierras heladas de su país, centró su vida en los dos polos: el Norte y el Sur.

Los pueblos indígenas que conoció, las condiciones en que hacía sus viajes y los momentos históricos de las expediciones se recogen en la colección de 91 fotografías del fondo del Instituto Polar Noruego (Oslo), expuestas en el museo de Madrid. Un par de esquís originales del explorador noruego, diapositivas sobre gentes de aquella época y paisajes completan la exposición, en la que se exhiben también 170 tallas esquimales contemporáneas y 41 grabados que estarán a la venta tras la muestra.

En cuanto a la expedición española presentada en el museo, financiada por Mapfre; fue la primera circumpolar no mecanizada y la más larga que se ha hecho jamás. No mecanizada, porque Antonio Martínez (33 años), Manuel Olivar (31), Ramón Larramendi (29) y Rafael Peche (27) fueron exclusivamente en trineos tirados por perros, canoas o andando en algunos tramos, sin utilizar motor alguno ni medios electrónicos de navegación y aprovechando en muchos aspectos las tecnologías tradicionales para abrigarse o comer (sin avituallamiento exterior). No precisaron utilizar la obligatoria radio de emergencia ni la radiobaliza.

Aventura, reto, una cierta curiosidad científica y deseo de explorar territorios difíciles debieron ser los móviles de Amundsen. Buscas algo, no se el qué, cuando te metes en una expedición de este tipo", dice Martínez. "Para nosotros no era un reto ni queríamos batir ningún récord; sencillamente te integras a vivir allí, en esas condiciones". Pero, en comparación con lo de Amundsen, "el viaje que hemos hecho es una tontería, sabíamos adónde íbamos, aunque haya sorpresas, sabíamos que había poblaciones, teníamos excelentes mapas de la región", comenta ante una carta gigante de la exposición que señala su recorrido.

Mostrar el Ártico hace 80 años y en la actualidad -una superficie seis veces superior a la de España y habitada por apenas 150.000 personas- es el objetivo de la muestra, combinando la información etnográfica que recogió Amundsen con los datos tomados por los españoles ahora.

Por aquellas tierras y mares del Norte estuvieron hace mil años los vikingos. En el siglo XVI llegaron los primeros exploradores, sobre todo británicos, y los primeros balleneros, españoles. Los siglos XVII y XVIII fueron el tiempo de los comerciantes de pieles y de los misioneros.

Amundsen murió allí, a los 56 años, cuando iba a rescatar a unos expedicionarios que se dirigían al Polo Norte. Un flotador y un depósito de combustible fueron los únicos restos hallados del avión en que viajaba.

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